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Reflexiones sobre nuestro mundo rural frente a la globalización

Reflexiones sobre nuestro mundo rural frente a la globalización  

Nos dice un “ilustre filántropo”, acérrimo defensor de la globalización y corrector del libre mercado como es  George Soros,  que el actual sistema capitalista puede compararse con un imperio cuya cobertura es más global que la de cualquier imperio anterior. Es un imperio casi invisible, dado que carece de una estructura formal y sus súbditos supuestamente no saben que está sometido a él. Llevamos años sabiendo y comprobando  que los gobiernos nacionales están al  servicio más o menos intenso de determinados grupos de presión e influencia económica y que dichos grupos organizan a su antojo la feria, o sea, el mercado. Quizás exista algún necio que argumente  a día de hoy que la invasión de Irak era para llevar la democracia y para liberar al pueblo de un tirano. A ningún ser inteligente se le escapan los verdaderos motivos:  control de las reservas de  petróleo, aumento del muy lucrativo negocio de armas,  “reconstrucción” de infraestructuras  del país y por supuesto y lo más importante, la consolidación en Oriente próximo del poder “globalizador”  de los grandes defensores de su sistema como USA e Israel…Ay Señor, Señor! aquellos periodistas que en nuestro país  tienen por máxima “La Verdad os hará libres”, todo esto lo obvian en sus delirios “neocon” tan contrarios a la esencia de los valores de su hipócrita  Cristianismo. De nuevo los mercaderes están dentro del Templo.

 

            Todos, absoluta y ciertamente,  todos somos potenciales consumidores: desde el nuevo rico de Hong Kong ávido de un último coche deportivo  hasta el “tolerante” saudita comprador de lujosa  y “coránica” moda parisina. Desde el inmigrante de Quito con su hipoteca inmobiliaria en Europa hasta el obeso “cosmopolita” y desarraigado neoyorkino, sin olvidarnos del por desgracia caduco europeo. De acuerdo, hasta aquí nada nuevo. Sabemos que el mundo desde hace bastante tiempo se rige por las leyes del comercio y cuando no es así, por otra similar que es la de la guerra... Cuando “El Arte de la Guerra” de Sun-Tzú se convierte en libro de cabecera para yuppies, podemos temer lo peor.

 

Para algunos historiadores el fenómeno de la globalización arranca desde el comienzo de la Edad Moderna, con el denominado Renacimiento. Los fundadores del socialismo científico ya profetizaban dicha globalización. Marx y Engels en su Manifiesto Comunista, refiriéndose a la burguesía, decían que “por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes” 

A la gente, al pueblo en general, siguiendo el viejo adagio romano, se le sigue ofreciendo día tras día, tertulia radiofónica tras tertulia, programa de TV tras programa el conocido “pan y circo”. Se le entretiene en el caso de nuestro estado, con sus reyertas orquestadas bien desde grupos mediáticos de tendencia izquierdista –léase el todopoderoso grupo PRISA- bien desde las coordenadas neoconservadoras de la FAES o sectores de los “pobres de Dios”, también conocidos como Opus Dei. Y descendiendo de nivel,  cuando llegamos a las reyertas entre los “vividores” del erario público, igualados en su aferramiento al poder con cualquiera de los anteriores ministros del anterior régimen, ese poder igualmente “caciquil” que sustentan y que supuestamente les perpetua en las urnas, desgraciadamente es para llorar. Esos auténticos reyezuelos de taifas, -léase en este caso por algunos presidentes de  las “autonosuyas”- que ahora quieren perpetuar él y  su partido de “taifa” un supuesto “legado perenne” en base a  erróneas concepciones pseudo-identitarias,  parece que se olvidan de algo fundamental: Siguiendo al “vía goda” a la inversa, es decir, en vez de sumar fuerzas y construir algo grande en beneficio de sus contribuyentes , lo que hacen la mayoría de las veces es disgregar dichas fuerzas sin preocuparles que sus irredentos pueblos o neo-naciones igualmente serán  fagocitadas e impregnadas “por el mercado que se autorregula”, por ese cosmopolitismo que todo lo nivela y acaba con las diferencias humanas, que es base y riqueza de todos los pueblos del planeta. Son totalmente actuales las palabras autocríticas respecto al actual hombre occidental,  con las que denunciaba el futuro de nuestra  caduca sociedad  el maestro identitario galleguista, Don Vicente Risco.  Allá por el primer tercio del siglo XX, V. Risco denunciaba que “…el cosmopolitismo, el internacionalismo, el mundialismo, el universalismo, he aquí otro aspecto del sueño babélico, de la bárbara soberbia de Nemrod, constantemente resucitada en la búsqueda del dominio imperial sobre el planeta, motor y carantoña a un tiempo de la avidez del hombre occidental … Los pueblos occidentales quieren hacer a todos los demás partícipes de su desgracia y el mundialismo único que realmente existe es ese imperialismo que va matando todas la culturas autóctonas y estandarizando la tristeza gris, uniforme, mecanizada, artificial y asquerosa del mundo de la gran industria”[1]  

Y la revolución industrial, como hemos aprendido en las lecciones de Historia, supuso el inicio del éxodo masivo de la población rural a la  gran urbe, pasando de campesinos a proletarios. Cumple recordar que en los años 30, alrededor del 75% de la población vivía en el campo y su sustento lógicamente se basaba autárquicamente en la explotación de sus recursos. Los montes con árboles autóctonos se explotaban y los valles con sus tierras fértiles producían, aunque no lo suficiente como para mantener  a tanta población. No vamos a hacer aquí una elegía bucólica de aquella situación de penuria económica que sufrieron nuestros abuelos y bisabuelos.  No descubrimos nada nuevo cuando decimos que la situación actual  de nuestros campos es totalmente diferente. Las tierras están en algunos casos, bien abandonadas, bien llenas de pesticidas. Los montes con sus árboles  autóctonos  desaparecen y en su defecto son suplantados por “plantaciones  de eucaliptos”.   

 

El ingreso de España en el Mercado Común Europeo cuando transcurría el año 1982, sin duda alguna fue el ingreso total de nuestra economía en esa denominada globalización. Los ajustes estructurales como es sabido, afectaron por doquier a los más variados sectores de nuestro tejido productivo: desde la industria naval o el textil hasta acabar en sectores primarios como la agricultura y la ganadería.

 

Lo cierto es que para nuestra actual clase política, la mal denominada “liberalización del mercado” impuesta por la CEE en algunos de nuestros sectores, le ha venido de perlas. Nunca imaginaron “sociatas” y “peperos” ser tan generosamente  retribuidos por sus servicios prestados al partido y a lo que no es el partido…  y no al interés general de nuestro estado y sus ciudadanos.  Recordemos simplemente algunos que ahora nos vienen a la memoria  .La “privatización” de la estatal empresa de telecomunicaciones  y el conocido pelotazo de su ex-presidente ,”amiguete” de Aznar y sus stock-options de Telefónica, o de eléctricas como Endesa (al “pepero” Martín Villa),  o el dorado retiro de múltiples políticos en  “suculentos” consejos de administración como el “sociata” Narcis Serra en Caixa Catalunya, por no hablar del “carismático” mister X, Felipe González, conocido por múltiples negocios y empresas en Íbero América. Estos sólo son unos ejemplos a vuela pluma.

 

¿Quién no se acuerda del funesto euro-comisario Fischler, famoso por sus “ajustes estructurales en el sector agro-ganadero” en nuestro estado, probando las aceitunas directamente arrancadas de un olivo? Como se sabe, la industria olivarera pasó prácticamente a capital italiano y el sector lácteo (especialmente en Galiza, Asturias y Cantabria) se vio condenado a recortes totalmente abusivos. Países diminutos como Dinamarca y Holanda  casi tienen  tanta cuota láctea como todo el norte de España. Y es justamente en estos sectores agro-ganaderos donde queremos centrarnos. Se puede entonar un  réquiem por nuestro campo, por nuestros sectores agrícolas y ganaderos, especialmente en el norte de España, totalmente desproporcionado con respecto a  otras zonas del estado lleva a pasos agigantados a este sector hacia el abandono total de nuestros pueblos y también hacia la pobreza de nuestros productores agro-ganaderos. La desarticulación de nuestro mundo rural es una evidencia y sin ningún alarmismo puede ser considerado una desastrosa realidad. Del sector primario se le ha querido llevar al sector servicios, con su “turismo rural”. Y al paso que vamos será más fácil ver a población alóctona celebrando el sacrificio del cordero por su fiesta del Id, que a nuestros paisanos celebrando una tradicional matanza del cerdo en los fríos días del San Martiño.

 

Tanto latifundios como minifundios han sido y serán una lacra para la explotación de nuestros sectores. Hablar de una reforma agraria, de una “revolución pendiente” en este sector, para algunos sería trasnochado y propio de ideologías caducas, para otros fruto de un desconocimiento del sector. Pero lo cierto es que la descompensación en diferentes zonas del estado es algo patente. Pesa más la región mediterránea frente a la denominada España verde. Para este siglo XXI, el del mercado global, si nuestros políticos no son conscientes del valor empresarial de la identidad, nos veremos abocados ya de forma completa, absoluta y totalitaria (palabra esta última que algunos solo ven en actuaciones del pasado pero no en el presente o futuro) hacia ese imperio invisible y en mano de solo algunos pocos oligarcas.

 

Creemos que los productos de primera necesidad, con identidad territorial se transforman en productos de una cualidad distinguida, en ambos sentidos de su significado y esta identidad aplicada en el sector agrícola de una manera racional, es decir, ecológica tanto  como en el sector ganadero, sin duda generaría empleo y riqueza en nuestros campos y valles, evitando así el despoblamiento de nuestros pueblos, de la pérdida en gran parte de nuestra identidad. Y lo más importante en estos tiempos de los cuales todo el mundo “urbanícola” habla sin descanso del cambio climático. ¿No será mejor la “calidad” de los pequeños y medianos productores frente a los grandes, que solo ofrecen “cantidad”? ¿Se deben de controlar los precios a los mega-distribuidores como Carrefour? ¿Necesitamos forrajes transgénicos, llenos de antibióticos y con ingredientes animales  para nuestras herbívoras  vacas, para que no se nos conviertan en Locas?  ¿Se podría incentivar a los nuestros a retomar una vida mejor en el campo en unas condiciones dignas, que la vida de un infeliz ciudadano que no llega a “mileurista” en una gran urbe? ¿Evitaremos los incendios de nuestros bosques con un aprovechamiento más racional y ecológico de nuestra riqueza maderera?   ¿O acaso nosotros y nuestros hijos  tendremos que visitar un museo etnográfico para saber como era las vidas en el mundo rural de nuestros abuelos y bisabuelos? ¿Será cierto finalmente que los PC´s, móviles o ladrillos se comen? Porque si no valoramos en su injusta situación a nuestros productores de alimentos, que será lo que comeremos en el futuro, ¿productos del incipiente Magreb o bien de la empresas norteamericanas establecidas en Sudamérica?  Y a los africanos con el conocido “dumping”, ¿a que les avocan los defensores del “libre mercado”?  ¿A  la pobreza perpetua y como solución la inmigración a Europa?

 

No sería utópico pensar que frente a los tiempos de la globalización, se deben de imponer los tiempos de la Identidad, para nosotros como europeos, como para los diversos pueblos centro y sudamericanos, africanos o asiáticos, puesto que si queremos lo mejor para nosotros, lógicamente lo queremos para el resto… solo así, evitando la imposición de ese imperio invisible pero real que es la globalización y sus tratados de “libre comercio”, se podrán evitar tantas injusticias tanto entre los nuestros como entre los mas pobres del mundo. No olvidemos que la lucha contra esa dictadura del “mercado que todo lo regula”, es de carácter local y nacional, siendo su efecto de carácter internacional y nunca a la inversa como piensan algunos “rojiverdes”.

 

            Escribía un ministro de agricultura alemán del pasado siglo, con mucha razón, que frente a los valores en decadencia de los hombres de la ciudad, los hombres del campo con su sencillez y rectitud son los que realmente hay que valorar: “La ciudad produce gentes en serie, con muy raras excepciones…El hombre de ciudad bañado en todas las aguas de la gran urbe, es ciertamente, “listo y despierto”, o por lo menos tal es al impresión que produce al primer golpe de vista, pero es raro que aporte los dones que garantizan al jefe en los grandes momentos de la Historia, esta rectitud que le mantiene en el buen camino”  

Y ese mundo rural se está perdiendo, los jóvenes ante la falta de expectativas se marchan y solo los mayores, una población sumamente envejecida es la que pervive.  Un ejemplo, en Galiza, en el Concello de Monforte de Lemos, en el año 1996 el padrón municipal ofrecía este panorama. Población de derecho: 19.180, población activa 5.215, población desocupada 9.912, jubilados 3.405 y residentes ausentes 651. Pues bien, ¿decidme en que economía desarrollada en nuestro mundo rural, trabaja uno por cada cuatro? ¿Y luego nos hablan los políticos de problemas en las cuentas de la Seguridad Social? ¿Y sus suculentas  pensiones y dorados retiros, también peligran o solo tienen el riesgo los autónomos del campo, para esos trabajadores que no tienen ni fines de semana ni vacaciones?

 

Cuando los montes y los labradíos se abandonen por casi completo, la población envejecida vaya desapareciendo, ¿qué panorama nos encontraremos? ¿Si se produce un colapso del sistema –que sin duda se producirá- cómo se alimentará a la población? No somos profetas, pero la evidencia del desfase y la desarticulación que existe en nuestro mundo rural, es como para prever el peor de los augurios. Mientras tanto, que se consuelen los habitantes de las urbes con el “pan y circo” mediático, “consume y consume, que no te pueda la presión social”, “ya es primavera en el Corte…”

 

Para nosotros los identitarios, la revitalización de nuestros campos va unida a la revitalización de nuestros pueblos, siendo un freno a la desertización por completo de nuestras comarcas y por consiguiente de nuestra íntima arquitectura rural  tradicional, además de costumbres ancestrales que día a día se olvidan. Creemos que el sistema actual utilizado no puede sostenerse ya por más tiempo. Estamos convencidos de que el empleo de alternativas ecológicas y racionales frente al “industrialismo” aplicado a estos sectores, en  su suma son respuestas a la explotación de energías limpias (biomasa, solar, etc.) nos llevarían a no tener una dependencia exclusiva de  energías fósiles, tal y como preconiza la actual sociedad de consumo. La agricultura y ganadería ecológica no deben ser competidores en nuestros mercados, sino la opción prioritaria a regular por nuestros políticos. Debemos acabar ya con la pérdida de la calidad natural de nuestros alimentos y su valoración por su aspecto externo, olvidándonos sus cualidades organolépticas y sus efectos sobre la salud humana. Debemos apreciar nuestra biodiversidad sin fomentar monocultivos y variedades de alto rendimiento, donde se abusan de fertilizantes químicos y de pesticidas, eliminando la rotación en el cultivo de las tierras y posterior empobrecimiento. Nuestros labradores y ganaderos no deben estar sometidos a intereses industriales ajenos al campo (fitosanitarios, simientes, abonos, maquinaria….) porque así el mercado escapa su control y los precios no son reales, basados estos en criterios políticos y económicos neoliberales impuestos desde organismos como la CEE, el FMI o la Organización mundial del Comercio.      

 

Con el actual sistema de explotación “industrializado”, lo vegetal y lo animal dejan de estar interrelacionados, frente a lo tradicional, racional y ecológico donde ambas actividades eran interdependientes y suma de un todo. Y la progresiva regularización de nuestra ganadería y agricultura ecológica a través de sus consejos reguladores (que no deben ser organismos ineficaces ni policiales poblados de  vagos funcionarios, sino de apoyo, fomento y difusión de nuestra tradicional cultura agro-ganadera) será importante fuente de riqueza y salud para todo el conjunto de la población. Así pues creemos que “el reino de la cantidad” debe ser vencido por la calidad y la identidad, expresión magna de la biodiversidad y como fórmula de  retorno racional y regeneracionista a nuestro maltratado  hábitat rural.

 

Quienes combatimos en el terreno de las ideas y no en el del voto, quienes creemos que la política es un arte de transformación y mejoramiento de nuestro entorno y no de enriquecimiento rápido y “concesión de favores”, sabemos que estamos en gran desventaja, al igual que nuestra conservadora gente del pueblo, frente a la autodenominada “ciudadanía” e igualmente creemos que en su efecto mejorando lo natural que es nuestro entorno rural, cual arte alquímico, en su causa se mejorará lo artificial, que es nuestro entorno urbano. Ese será uno más de los múltiples y grandes retos que tendremos que afrontar por la pervivencia de nuestra Identidad en este siglo XXI, un siglo de  cambio climático y esperemos que de putrefacción y caída del “imperio globalizador”. 

 Federico Traspedra


[1] “Mitteleuropa” Vicente Risco. Ed. Galaxia, 1984. Págs. 288-289

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