BREVE TRATADO SOBRE EL HÉROE, por Rodrigo Emílio.
Tenemos el orgullo de presentar en TIERRA Y PUEBLO, la traducción inédita al castellano de este interesante texto de nuestro poeta-soldado, Rodrigo Emílio. Ya en el Nº5 de nuestra entonces joven revista, allá por Mayo del 2004, rendimos tributo póstumo a esta gran figura de la cultura portuguesa.
Ahora tenemos el placer de ofrecer a nuestros lectores un breve -pero intenso e intuitivo- texto sobre la Vía Heroica- su Vía, nuestra Vía- que requiere meditación y reflexión así como su posterior interiorización. Es un texto escrito en 1973, cuando nuestro querido poeta ya se había vestido de soldado y había combatido poco tiempo antes como alférez en las guerras coloniales. Había también formado familia (con Tera, su esposa y sus tres vástagos: Rodrigo, Gonçalo, Constança) y parte de su producción literaria había visto la luz. Por lo tanto, no es un fugaz y romántico “texto de juventud” propiamente dicho. Su juventud es intensa como delata su biografía y a la edad que escribe estas líneas -29 años-, se vislumbra esa vital actitud interior que forjó su carácter y que le acompañará hasta el final de sus días, allá un 28 de Marzo del 2004, haciendo ahora 4 años que nos dejó huérfanos.
Y nunca nos dejará de sorprender el frescor y la actitud incisiva de nuestro siempre recordado guerrero-trovador. “Hombre en pie entre las ruinas”, contempló y luchó contra la traición a la patria de la “revolución de los claveles”, con el desmembramiento del Portugal ultramarino. “Aristocrítico”, como él mismo se autodefinía, siempre conservó la pluma en una mano y la espada en la otra: La pluma para dar formas al pensamiento, a la Esencia, a la Idea. La espada no solo para defender la fe en la Idea, sino también para combatir y hacer frente a las tendencias más subversivas que habitan en cada uno de nosotros.
No podemos olvidarnos de la publicación póstuma de dos libros suyos, gracias a la editorial Antília: “Matando a sede nas fontes de Fátima” y “Pequeno presépio de poemas de Natal”. Y aguardamos ver pronto la publicación de otro libro suyo, “Intifada(s) Lírica(s)”.
Sirva pues este pequeño texto, como una aportación más a la exhortación de la “revolución silenciosa” de la vía iniciática del guerrero, de la que nos habla la Tradición Perenne, en especial el sagrado Bhagavad-Gita y que nos recordaron insistentemente entre otros Evola y ahora Rodrigo Emílio. Quien quiera, ose y pueda, que entienda, porque como se lee “entre líneas” en el Evangelio de Juan (XII-24) “En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo, que cae en la tierra no muere, queda solo, pero si muere produce mucho fruto”.
F. Traspedra
El héroe es el arquetipo de la consciencia mitológica del Hombre: el acto heroico es una excursión del Hombre a lo absoluto de sí mismo; el heroísmo, la memoria de Dios en el Hombre. Todo aquel que de algún modo, se hace merecer de la dignidad suprema de haberse alzado a la altura de héroe, está en condiciones humanamente ideales de evidenciar las potencialidades divinas (o paradivinas), mediúmnicas o demiúrgicas, del ser humano.
Con esto quiero decir, en mi opinión, que solo en la calidad de héroe es que la criatura reduce un poco la distancia que le separa del Creador. Es lo mismo decir que, solamente en aspecto de héroe, tendrá Dios buenas razones sentirse orgulloso de la criatura, razones de peso para volver a mirarse en ella: pues solo el héroe,- solo él al final- da a Dios (y a los mortales) la certeza de haber sido el Hombre una creación concebida y espiritualmente materializada, a la imagen y semejanza del Creador.
Muchos son los campos de la afirmación heroica: muchos y a veces simultáneos, a veces concurrentes. Es el caso del héroe que reconcilia el coraje y la sabiduría, elevándose a un plano de victoriosa supremacía sobre la media humana: “numa mão sempre a espada, noutra a pena” “braço às armas feito, mente às musas dada”[1], Luís de Camões es aquí citado.
Entre las mas altas espiritualizaciones del heroísmo, hay que incluir a los santos y mártires de la Fe, siendo entendidos como los héroes de Dios; y luego, el héroe de condición guerrera- preferentemente habitado por el espíritu de cruzada- trabajado por la ascesis cristiana: animado y accionado por ese voltaje místico, que da sentido pleno a todos los ideales vitalistas.
A un nivel superior, el héroe configura así, el modelo de hombre idealmente perfecto, que consigue reunir en sí un difícil equilibrio de virtudes, o toda una gama de desmesuras coronadas por la religión.
Es atributo del héroe el trascendentalizarse, es decir, humanizar la trascendencia divina, con la inmanencia del propio valor, y consumar, por ahí, una personalidad de excepción, que la hazaña (o proeza) heroica autentificará.
En cuanto al heroísmo, no será propiamente un estado (o lo será, cuando mucho, de una manera latente y palpitante) La mayor parte de las veces, consigna un momento, esporádico, un centelleo, fulgurante, de transición e ir más allá, consagrando, de ese modo, todo un código de acendrada determinación y de superadora estoicidad.
Concretando. Héroe es todo aquel que en una pequeña porción de tiempo se entrega a la Eternidad. Cuando el tiempo se viene a cobrar el destino de los años que le adelantó en su nacimiento, llega tarde. Porque a esas horas, el héroe ya conquistó en el tiempo la atemporalidad, a poder de hazañas que, no raramente, se sellan en una eternidad de segundos.
Ahora bien, en el tiempo decadente que vivimos, está bien observar que el sucedáneo del heroísmo es el vedetismo[2] (en el cine, en el teatro, en el deporte, etc.). A medida que aumentan las filosofías del absurdismo – rindiendo loas a la desmotivación y a la ausencia de finalidad de la existencia- ponen desde luego en causa la validez humana del héroe. Sírvase frío. “Sírvase muerto” nos dice Reinaldo Ferreira en “Receita para fazer um Herói” . Porque héroes, solo por receta. Allá ellos esos abstrusos “del absurdo”, solo así se confeccionan héroes; por medio de receta aviada. De lo contrario, se revelan inobtenibles, visto que la fauna existencialista no produce de eso. Y tampoco no admira: figuras chismosas de llevar en el ojal la existencia, exhiben la vida en la solapa. Se comprende: en la solapa. Y como mucho…la mariconería mental no entiende más allá de esas vanidades!!
Publicado en O DEBATE, 1 de Diciembre de 1973
[1] “en una mano la espada, la pena en la otra” “ el brazo a las armas hecho, la mente a las musas ofrecida”
[2] Conservamos la palabra del original en portugués, “vedetismo”, refiriéndose el autor a la Vedette, al espectáculo de variedades, a lo que hoy en día podrían ser denominados despectivamente los “titiriteros”. N. del T.
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