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A LENDA DO GRIAL

A LENDA DO GRIAL

O Ciclo artúrico, a Lenda do Graal, sempre foi símbolo de interese para os nosos devanceiros. Así o demonstra a  literatura medieval galego-portuguesa. Galiza, como "terra griálica", é recuperada por insignes escritores como Ramón Cabanillas ou Vicente Risco. E reproducimos este magnífico artigo do grande pensador italiano, Julius Evola, como limiar a tan interesante símbolo ocidental

 

EL DOBLE ROSTRO DE LA LEYENDA DEL GRIAL, Julius Evola

 

 

Viernes Santo. En la capilla de los caballeros del Grial, en el Montsalvat, Parsifal, el ’puro héroe’ o ’puro loco’, retorna. Él ha superado la conciencia inherente a su misma inocencia primitiva. Él ha resistido a las insinuaciones eróticas de las ’doncellas-flor’ y de Kundry, la bella criatura del mago Klingsor, la cual termina obteniendo la redención a través del amor. La lanza del Grial, que el rey Amfortas había perdido pecando, él la ha reconquistado en el castillo de Klingsor: es la lanza por cuya herida brotó la sangre de redención de Jesús, pero que también llagó a Amfortas, el indigno y lujurioso que quiso acercarse al Grial. Esta lanza ahora Parsifal la vuelve a llevar pues a la roca del Grial. Con su contacto, la herida ardiente de Amfortas desaparece y el prodigio del Viernes Santo se cumple una vez más. El Grial -que es la copa en la cual Jesús bebió en la Última Cena y que recogió su divina sangre- se hace luminoso. Desde lo alto desciende una blanca paloma -desciende el Espíritu Santo- entre la mística exaltación de los caballeros del ’Montsalvat’.

Ésta, tal como todos saben, es aproximadamente la trama del drama místico de Ricardo Wagner: es tan sólo a través del mismo que la mayoría de las personas hoy en día sabe algo acerca de la leyenda del Grial. Se trata de un drama místico al cien por ciento, de una devota languidez cristiana que en su momento provocara la áspera revuelta del filósofo del ’superhombre’ y de la ’voluntad de dominio’, de Federico Nietzsche, en contra de su antiguo amigo, Ricardo Wagner. ¿Pero cuáles son las fuentes de las cuales Wagner ha recabado su drama musical? ¿Y cuáles son las correspondencias efectivas entre tal drama y aquellas fuentes?

A tal respecto se impone un reconocimiento susceptible de ser extendido también a la relación entre las obras de la ’Trilogía’ wagneriana y el contenido efectivo de la antigua mitología del Edda. No existe una adecuación con la misma. No hay correspondencia. Wagner ha tomado tan sólo esbozos para formar arbitrariamente un mundo de arte y de música el cual, más allá de su valor estético, en muchos aspecto más que facilitar, desvía de una comprensión verdadera de los significados más profundos escondidos en los mitos y en las leyendas originarias.

Esto vale también para el ’misterio del Grial’. Las fuentes efectivas de esta leyenda, provenzales y germánicas, tales como Chrétien de Troyes, ’Queste du Graal’, Robert de Boron, Wolfram von Eschenbach, ’Dù Crône’, ’Perlesvous’, etc, no concuerdan sino escasamente con los rasgos más relevantes del drama wagneriano. Parsifal no es un ’puro’, él ha ya conocido y ’de manera técnica’ a Blanchefleur o a Condwriramour, y, en nombre de su vocación caballeresca, ha dejado morir a su madre.

Kundry no es la bella criatura demoníaca, instrumento del mago Klingsor, sino que es una vieja horrible, mensajera de los mismos caballeros del Grial y acusadora de Parsifal. En Wolfram von Eschenbach el ’Grial’ no es una copa, sino una piedra, y en el ’Wartburgkrieg’ una piedra ’luciferina’: en otros textos la misma es un objeto singular que aparece y desaparece y está dotado de un mágico movimiento, sin nada que pueda reclamar ni siquiera de lejos el cáliz de la Eucaristía. Símbolos esenciales, como el de la ’espada partida’ y la ’prueba de la espada’, el ’rey muerto’ o ’en letargo’ y su resurrección, han sido totalmente dejados a un lado por Wagner. Y así sucesivamente. Pero además de todo esto, debe decirse que el contexto de los textos nos muestra que la del Grial no es una leyenda cristiana sino tan sólo en la superficie, que sus elementos constitutivos son de  una naturaleza muy distinta y retroceden muy a lo lejos en el tiempo.

La tradición católica en efecto no sabe nada del Grial, y lo mismo puede decirse respecto de los primeros textos del cristianismo en general. La literatura caballeresca florecida alrededor del Grial aparece multitudinariamente en un muy breve período, asociada con un intenso interés y luego desaparece en forma repentina: ningún texto es anterior al primer cuarto del siglo XII, y ninguno es posterior al primer cuarto del siglo XIII. Por lo cual la impresión que se tiene es que se trata de algo subterráneo aflorado momentáneamente, pero enseguida rechazado y sofocado por otra fuerza: casi como si se tratase de una tradición secreta que ’bajo vestimentas extrañas’ remitía a una enseñanza muy poco reductible a la de la Iglesia, del mismo modo que la siguiente literatura de los así llamados ’Fieles del Amor’ (de acuerdo a los estudios efectuados por Luigi Valli), o la misma literatura hermético-alquímica o, finalmente, la misma tradición de los Templarios. Y es de notar al respecto que Wolfram von Eschenbach denomina exactamente a los caballeros del Grial como ’templeise’, es decir templarios.

En cuanto a los objetos que figuran en la leyenda del Grial: una lanza, una copa que da ’alimento de vida’, o una piedra que, entre otras cosas, tiene el poder de designar a los caballeros aptos de revestir una dignidad regia, tales objetos se encuentran ya en tradiciones pre-cristianas. Los tres por ejemplo figuran entre los objetos que, de acuerdo a las leyendas irlandesas, la ’raza divina’ prehistórica de los ’Tuatha dè Danann’ habría traído consigo en Irlanda viniendo desde el ’Avallon’, una enigmática tierra occidental que quizás es la misma Atlántida del relato de Platón. Pero hay más. La misma antigua tradición romana presenta singulares correspondencias. Numa constituyó el colegio sacerdotal de los Salios que custodiaba una prenda, concedida por el Cielo, de la grandeza del imperio, ’pignum imperii’. Estos sacerdotes eran ’doce’, del mismo modo que doce son los principales caballeros que se sientan alrededor de la Tabla Redonda en el castillo del Grial. Ellos llevaban  un ’hasta’ o ’lancea’, que es el otro objeto, custodiado, junto a la copa, por parte de aquellos caballeros. Y de tal copa así como también de la piedra regia, que es el Grial, ellos tienen el equivalente, en la medida que cada uno de los Salios tiene, junto al ’hasta’, un ’ancile’, es decir un escudo, el que sin embargo Dumézil ha demostrado que originariamente tenía el significado de un recipiente que brinda la ambrosía, es decir un místico alimento, propio como la copa del Grial o el recipiente de los ’Tuatha’ atlantídeos. Y puesto que, de acuerdo a tal leyenda romana, el ’ancile’ habría sido extraído de un aerolito, o piedra divina descendida del cielo, en esto no sólo existe una correspondencia con la piedra regia o ’fatídica’ -’stone of destiny’- de los ’Tuatha’ (piedra que aun hoy se conserva en Westminster y que es ’negra’, negra como el misterioso ’lapis niger’ de los Romanos), pero existe también una temática que remite a la versión de la leyenda del Grial, según la cual el mismo Grial habría sido recabado de una piedra caída del cielo, de una esmeralda que adornaba la frente de Lucifer antes de su rebelión. Además, la leyenda nos refiere  que, bajo tal forma, el Grial fue también perdido por Adán, luego fue reconquistado por Seth, pasó finalmente a las manos de José de Arimatea, un caballero al servicio de Poncio Pilato, el cual, luego de la muerte de Jesús, lo llevó -¿adónde?- hacia una región que en algunos textos lleva ’justamente el nombre de la región atlántica misteriosa’, patria de los ’Tuatha’, la ’raza divina’ que ya tenía los objetos equivalentes a los de la leyenda del Grial: en el Avalón, ’insula Avallonis’, la ’isla blanca’, ’île blanche’. De aquí se desarrolla un nuevo ciclo de leyendas, en donde las epopeyas de los ’caballeros celestes’ en su búsqueda del Grial se cruzan con las de la corte del Rey Arturo, es decir con temáticas que provienen de antiquísimas tradiciones célticas, e incluso druídicas.

En todo esto se tienen correspondencias que, para aquel que sabe de la lógica secreta que siempre preside la formación de los símbolos tradicionales, no son para nada casuales y extravagantes. La sustancia originaria de la leyenda del Grial se mantiene también en sus sucesiva forma cristianizada, en tanto que, a diferencia de lo formulado por Wagner, su temática principal no es ni el ’pecado’ de Amfortas, ni la ’tentación’, no se trata aquí de algo místico, sino de algo esencialmente regio y guerrero: ’es el tema del rey muerto que debe ser vuelto a despertar o vengado y de la espada quebrada que debe ser vuelta a unir’, en conexión con una empresa peligrosa y mortal propuesta a un héroe que, sin embargo, al alcanzarla, se eleva a una dignidad trascendente, marcada por esta singular fórmula, que se encuentra en el antiguo texto de Merlín: "Honor, gloria, poder y alegría eterna al Destructor de la muerte".

 

Roma, 29 de julio de 1935.

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