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CRISE OU O FINAL DUN MUNDO? por Pierre Vial

CRISE OU O FINAL DUN MUNDO? por Pierre Vial ¿CRISIS O FINAL DE UN MUNDO ?
Observadores, exégetas y “expertos” de todo tipo hacen sus análisis y comentarios sobre la evolución caótica de la finanza internacional y sus consecuencias económicas. Se pueden oír muchos tópicos y algunos puntos de vista originarles. Evidentemente, sólo estos últimos merecen algún interés.

Ante todo, estamos frente a una crisis ligada a la naturaleza misma del sistema capitalista especulativo, basado en las máximas ganancias de los detentadores del capital (no confundir con el capitalismo productivo, basado en las inversión de las ganancias en el aparato productivo, tanto el lo que concierne a salarios como a los equipamientos).


¿Qué debemos entender por la expresión “el fin de un mundo” utilizada por Sarkozy?..., precisamente que ese mundo es el suyo y que, por lo tanto, él hará todo lo posible por salvaguardarlo y perennizarlo. Alain de Benoist (en una entrevista para L´Esprit européen publicada el pasado 10 de octubre), estima que “con la actual crisis financiera, no hay ninguna duda de que estamos ante una crisis coyuntural, que corresponde a una ruptura de la lógica y de la coherencia dinámica del conjunto del sistema”. Pero precisamente, ¿una “ruptura de la lógica y de la coherencia dinámica del conjunto del sistema” no es el síntoma de un fracaso debido a la esencia misma del sistema, el cual debe ser acusado des los efectos perversos de su funcionamiento, y, más aún, de las causas no menos perversas que dan lugar a tales consecuencias?

Dicho de otro modo, la crisis, estructural y no coyuntural, ¿no es la demostración de la profunda nocividad del capitalismo especulativo en sí mismo, en razón de su propia naturaleza? En todo caso, éste es nuestro punto de vista. Lo que lleva, sin duda, a un combate sin concesiones, total y permanente, contra ese capitalismo especulativo destructor del destino de las personas, las comunidades y los pueblos.

Lo que es fundamental en la crisis actual, es que obliga, se quiera o no, a lo que Daniel Cohen llama un “revisionismo” de los dogmas del liberalismo tal como se han conocido hasta la actualidad. Cohen, profesor de economía en la Escuela superior y autor, entre otros libros, de Trois leçons sur la société post-industrielle (Seuil, 2006), lanzó la señal de alarma el pasado mes de marzo, después del rescate de la banca de negocios Bear Stearns, en pleno naufragio, por la banca JP Morgan. Declarando: “el castillo de naipes se cae (...), La desconfianza engendra desconfianza y el sistema financiero entra en un ciclo vicioso”. Constatando el derrumbe del edificio ideológico liberal (“el dogma de la mano invisible y de la autoregularización del capitalismo, la liquidación del Estado, el “laissez-faire”, en los mercados financieros”). Le Monde 2 (18 de octubre 2008) preguntó a Cohen cómo interpretaba él la crisis.

A justo título, éste recordó antes que nada, cómo el mundo económico occidental funcionaba, desde 1980, sobre el modelo de la “revolución financiera” (la desregularización del mercado financiero) querida por Ronald Reagan y Margaret Thatcher (dos personajes adulados por ciertos altos responsables de la “derecha nacional” en Francia...). La elección de esta orientación evidentemente tiraba al olvido las políticas de Keynes que, después de la tormenta del 29 habían permitido remontar la pendiente, fundamentándose en principios claros y simples: “La política económica, la política monetaria, la política presupuetaria, pueden regular los ciclos económicos, sostener el consumo y la demanda y por lo tanto la producción, tender al equilibrio y al pleno empleo”. Principios que, sea dicho entre paréntesis, se aplicaron en la Alemania nacional-socialista y en la Italia fascista, algo que evidentemente los economistas se olvidan de recordar.

La línea keynesiana exige que la función política juega su papel de poder soberano para controlar y guiar a la función económica a fin de que ésta mantenga su función de útil al servicio de la comunidad. Esta concepción fue desplazada en los años 80 por las tesis de Milton Friedman y la escuela de Chicago, que preconizaban la inactividad del Estado como principio de la regularización de la economía porque “el mercado sin ninguna regulación es entendido como infalible, el paro como natural”. “Es seguro” apunta Cohen, “que la obra de estos teóricos, este “fundamentalismo del mercado” (...) ha jugado un papel importante en el desarrollo de un capitalismo financiero dejado a su libre albedrío”.

Dicha tendencia ha sido claramente favorecida por la llegada de Alan Greenspan a la dirección de la Reserva Federal Americana “El va a autorizar el dinero fácil, liberar considerable liquidez que favorecieron las operaciones de alto riesgo financiero a crédito. La finanza de mercado va a fabricar una nueva intermediación financiera totalmente al margen e las reglas que pesaban sobre el sistema financiero clásico”. Se ha construido todo una mitología entorno a Greenspan y sus epígonos, financieros y comerciantes de Wall Streer, presentados como los genios de las finanzas, los héros de un capitalismo triunfante, imbuidos de una cínica autosatisfacción “Se comportaba con la arrogancia de los nuevos ricos”, constata Cohen, conjugando “avidez” e “inconsciencia”. Digamos a este respecto que, teniendo en cuenta los orígenes de Friedman, de Greenspan y de varios de los principales actores de la vida financiera americana e internacional (incluyendo al FMI con Strauss-Kahn) ciertos miembros de la comunidad judía, tanto en Estados Unidos como en Francia, se inquietan al ver resurgir una eventual oleada de antisemitismo, como ha ocurrido en ocasión de cada gran crisis.

Desde luego, los apóstoles de una aceleración de la mundialización sacan provecho de la situación, que podría -según ellos, el poder hegemónico, sobre todo el planeta, de las instituciones mundialistas. Estando en primer lugar entre las mismas el FMI (Fondo Monetario Internacional) creado, recordémoslo, como Banca Mundial, en 1944 en Breton Woods (Estados Unidos). Su actual director general, Strauss-Kahn, desveló su plan en previsión de la reunión programada para el 15 de noviembre en Washington: “En el G20 propondré un nuevo plan de gobierno mundial (...) Más allá de su función de bombero y de albañil, el FMI también puede tener, por un tiempo, un papel de arquitecto”

Los primeros resultados de la crisis son fácilmente previsibles. Si algunos esperan una rápida Apocalipsis golpeando al sistema capitalistas, y otros una resorción rápida y completa de la crisis, la evolución más probable es una deteriorización progresiva de la situación económica, social y política, la recesión provocará un bloqueo de los créditos, por lo tanto la axfisia de numerosas empresas, quiebras, fuerte aceleración del parto, con las consecuencias desastrosas que eso implica sobre las familias. Estructuras de producción y de distribución desfallecientes, tanto en el plano energético (electricidad y carburantes) como alimentario, instituciones en quiebra (necesidades en el dominio de la sanidad y de la seguridad no estarán ya aseguradas), afirmación creciente de las identidades étnicas y de los comunitarismos dirigidas contra una Francia percibida como enemiga (ver la Marsellesa silbada en las banderas africanas blandidas como signos de reconocimiento), una situación pre-revolucionarias de grades oportunidades se abre en los próximos meses y en los próximos años.

¿Cómo será vivida esta realidad por los galos que hayan perdido su estatus de consumidores encerrados en su tranquilo egoísmo?

Pierre Vial


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