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TRADICIÓN PERENNE

Breve tratado sobre o herói, por Rodrigo Emílio.

Breve tratado sobre o herói,  por Rodrigo Emílio.

Grazas aos amigos de http://ofogodavontade.wordpress.com , recuperamos este "tesouro" do noso Rodrígo Emílio. Adiantamos que, no vindeiro nº de TIERRA Y PUEBLO publicara-se a traducción ao castelán.

A vía heroica non é unha quimera ou simples entelequia intelectual. A Vía do Herói, explicada polo deus Krishna ao guerreiro Arjuna, é a "revolución silenciosa", sútil e invisíbel,  da que nos falou F.Nietzsche ou  J.Evola . É a transmutación interior e realización do Eu superior, que logo ten que reflectir no exterior. Nestes tempos onde impera o Caos sobre a Orde, onde hai mais Tebras que Luz, sirva pois este precioso texto como breve pero intensa meditación, como exortación à procura e revelación do herói que leva cada un de nós no seu interior.

O herói é o arquétipo da consciência mitológica do Homem; o acto heróico, uma excursão do Homem ao absoluto de si mesmo; o heroísmo, a memória de Deus no Homem. Todo aquele que, de algum modo, faz juz à dignidade suprema de ser tido e havido à conta de herói, está em condições humanamente ideais de evidenciar as potencialidades divinas (ou paradivinas), mediúnicas e demiúrgicas, do ser humano. Com isto, quero eu dizer, cá na minha, que só na qualidade de herói é que a criatura reduz um pouco a distância que a separa do Criador. O mesmo é dizer que, somente em face do herói, terá Deus boas razões para se orgulhar da criatura, razões de peso para se rever nela: pois só o herói – só ele, afinal – dá a Deus ( e aos mortais) a certeza de ter sido o Homem uma criação concebida, e espiritualmente materializada, à imagem e semelhança da grandeza do Criador.

Muitos são os campos da afirmação heróica; muitos e às vezes simultaneos, às vezes concorrentes. É o caso do herói que congraça a coragem e a sabedoria, elevando-se a um plano de vitoriosa supremacia sobre a mediania humana: «numa mão sempre a espada, noutra a pena», «braço às armas feito, mente às musas dada», Luís de Camões é aqui chamado.

Entre as mais altas espiritualizações do heroísmo, é de incluir os santos e mártires da Fé, entendidos como sendo os heróis de Deus; e, logo depois, o herói de condição guerreira – de preferência habitado pelo espírito de cruzada: trabalhado pela ascese cristã; animado e accionado por essa voltagem mística, que dá sentido pleno a todos os ideais vitalistas.

A nível supremo, o herói configura, assim, o modelo do homem idealmente perfeito, que consegue reunir em si um difícil equilíbrio de virtudes, ou toda uma gama de desmesuras coroadas pela religião.

É apanágio do herói transcendentalizar-se, isto é, humanificar, ou humanizar, a transcendência divina, com a imanência do próprio valor, e consumar, por aí, uma personalidade de excepção, que a façanha (ou proeza) heróica autentificará.

Quanto ao heroísmo, não será propriamente um estado (ou sê-lo-á, quanto muito, de maneira latente e latejante). As mais das vezes, consigna um momento, esporádico, um lampejo, fulgurante, de transcensão e ultrapassagem, consagrando, desse modo, todo um código de acendrada determinação e de superadora estoicidade.

Concretamente. Herói é todo aquele que no tempo se levanta para a Eternidade. Quando o tempo vem cobrar o quinhão de anos que lhe adiantou no nascimento, chega tarde. Porque, a essas horas, já o herói conquistou no tempo a intemporalidade, a poder de cometimentos que, não raro, se chancelam numa eternidade de segundos.

Ora, no tempo decaído em que vivemos, está bem de ver que o sucedâneo do heroísmo é o vedetismo (no cinema, no teatro, no desporto, etc…) Acresce que as teorias filosóficas do absurdismo – rendendo laudas à imotivação e à ausência de finalidade da existência – põem desde logo em causa a validade humana do herói. Serve-se frio. «Serve-se morto» – diz-nos Reinaldo Ferreira em «Receita para fazer um Herói.» Porque heróis, só por receita. Lá para esses abstrusos «do absurdo», só assim se confeccionam heróis; por meio de receita aviada. De contrário, revelam-se inobtíveis, visto que a fauna existencialista não produz disso. E nem admira que não: figurantes de trazer na botoeira da existência, exibe-os a vida na lapela. Compreende-se: na lapela. Quando muito, aí…que a mariquice mental não entende além desses janotismos!

Rodrigo Emílio, n’O DEBATE de 1 de Dezembro de 1973

Un símbolo indoeuropeo e identitario: EL JABALÍ

Un símbolo indoeuropeo e identitario: EL JABALÍ “En la noche céltica, el jabalí cazado con ahínco y reproducido en algunas piedras de las citânias, era animal sagrado para los galos, afecto a Diana Ardeumi, como el oso a la diosa Artio, el perro al dios del Mazo y el caballo de Epona. Su figura alzada en la cima de un bastón o una horquilla, fue para muchas tribus germanas y galas una bandera venerable.”   J.M.Castroviejo  

Dentro de nuestro mundo indoeuropeo, como es sabido, los animales tienen una importancia y una trascendencia reveladora más que importante, ya que para nuestros antiguos la observación de la Naturaleza y de sus habitantes, eran constante y consciente fuente de inspiración y de sabiduría. Entre dichos animales de simbolismo positivo –y a veces dual- se encontraban, el caballo, el lobo, el ciervo, el oso y  también el jabalí.

 

Entendemos pues que el símbolo no es sino el empleo de imágenes que encierran y engloban ideas suprasensibles. El símbolo no tiene límites precisos y en este caso en particular podremos observar que en el caso de animal tan noble, acontece tal cual.

 

En este presente artículo nos aproximaremos al jabalí como símbolo identitario indoeuropeo de fuerza, valor, coraje y fecundidad, presente desde tiempos remotos tanto en Occidente -en nuestra península celtibérica, así como en el mundo céltico- como en Oriente – en el mundo indo-ario. Y comenzemos pues por estos últimos:

 Dentro de la antigua Tradición Hindú, el símbolo del jabalí procede directamente de la Tradición Primordial, con sede en la Tierra de la Luz, Hiperbórea. Este origen netamente hiperbóreo, es igualmente compartido por los celtas, ya que como apunta René Guénon, “entre los celtas, el jabalí y la osa simbolizaban respectivamente a los representantes de la autoridad espiritual y a los del poder temporal, es decir a las dos castas, los druidas y los caballeros, equivalentes, por lo menos originariamente y en sus atribuciones esenciales, a lo que son en la India las de los brahmanes y los Kshatriya (guerreros)”[1] El jabalí (varâha), es el animal representativo del tercer avatâra (encarnación) de Vishnú, símbolo que procede directamente de la Tradición primordial y que en el Veda- según R. Guénon – afirma expresamente su origen hiperbóreo, “además dentro de nuestro Kalpa íntegro, es decir, todo el ciclo de manifestación de nuestro mundo, se designa como el Çveta-varâha-kalpa, o sea el “ciclo del jabalí blanco”…por eso la”tierra sagrada” polar, sede del centro espiritual primordial de este Manvântara es denominada tambien Varâhi o “tierra del jabalí”.  

Algunos autores interpretan  que según el texto sagrado del Ramayana, Brahma asumió la forma de un jabalí en su tercera encarnación, mientras que otros , según los cuentos tradicionales y remotos que conforman el  Vishnú Purana, fue el dios Vishnú que en la forma del dios Brahma se convirtió en jabalí. Ambos coinciden en que bajo la forma del jabalí, Dios- Brahma que creó todo lo existente, viendo que todo era agua al principio, se sumergió  en las profundidades de las aguas y con sus colmillos elevó la tierra a la superficie. El jabalí es un animal que entre sus diversos “placeres”, está el deleitarse con el agua, y según el Vishnú Purana, este deleite y purificación con el agua,  se dice que es tipo de ritual de los Vedas, representación alegórica de la liberación del mundo de la inundación del adharma (falta de ley, orden, justicia, espiritualidad).

               

Etimológicamente, en sánscrito el jabalí es como hemos dicho varâha y la raíz var-, según R.Guénon, tiene el sentido de “cubrir”, “ocultar”, “proteger”, mientras que las lenguas nórdicas su análogo sería bor- . Efectivamente, “Bórea”, Hiperbórea  probablemente sería la “tierra del jabalí”, tierra oculta y de los elegidos, aunque este aspecto “solar” y “polar” fue posteriormente transferido del jabalí al oso, posiblemente por la rebelión de los representantes del poder temporal frente a la supremacía de la autoridad espiritual.

 Igualmente R.Guénon nos dice que entre los antiguos griegos, la rebelión de los khsátriyas se figuraba por la caza del jabalí de Calidón, que al igual que en la tradición hindú, es blanco. Prosigue el autor con otra interesante analogía, con el nombre de Calidón, ya que el antiguo nombre  de Escocia, Caledonia,  aparte de toda cuestión de “localización” particular, es propiamente el país de los “kaldes” o celtas; y el bosque de Calidón no difiere en realidad del de Brocelandia, cuyo nombre es también el mismo, aunque en forma algo modificada y precedido de la palabra bro- o bor-, es decir, el nombre del jabalí”[2] Así pues, entre los antiguos indo-arios, como entre los antiguos celtas y también entre los griegos como hemos visto, el jabalí poseía un profundo simbolismo que venía de tiempos remotos, de la sede mítica y centro espiritual que era Hiperbórea, “ya que allí residía la autoridad espiritual primera, de la cual toda otra autoridad legítima del mismo orden no es sino una emanación, no menos natural resulta que los representantes de tal autoridad hayan recibido también el símbolo del jabalí como su signo distintivo y lo hayan mantenido en la sucesión del tiempo; por eso los druidas se designaban a sí mismos como “jabalíes”…una alusión al aislamiento en que los druidas se mantenían con respecto al mundo exterior, pues el jabalí se consideró siempre como el “solitario”; y ha de agregarse, por lo demás, que ese aislamiento mismo, realizado materialmente, entre los celtas como entre los hindúes, en forma de retiro en el bosque, no carece de relación con los caracteres de la “primordialidad”, un reflejo por lo menos de la cual ha debido mantenerse siempre en toda autoridad espiritual digna”[3]    

En nuestra  península celtibérica- “Keltiké”-, uno de los principales legados escultóricos que poseemos de nuestros finales de la  Edad del Bronce, son los denominados “Verracos” o “Verrôes”, datados aproximadamente entre los siglos IV-III a.C. Tradicionalmente esta Cultura de los Verracos-Verrôes ocupó la zona comprendida por las tribus célticas de los Vettones, asentadas en la Beira Alta y Trâs-Os-Montes portugueses, Salamanca, Ávila y   limitando al este con los ríos Eresma y Alberche y al norte con la Cultura Castrexa galaico-astur. Esta plástica zoomorfa labrada en granito, con trazos muy toscos y en posición erguida (de reposo y de acometida), de sexo masculino (con tendencia a mostrar cierto genitalismo), posee  tipos básicos: Cerdos y toros en mayor abundancia, así como también jabalíes.

 

La finalidad de los Verrôes-Verracos siempre ha estado envuelta en la controversia: Para unos estudiosos ha sido la expresión del culto egipcio de Osiris y Apis en nuestra península mientras que para otros serían como mojones terminales del territorio de un pueblo[4]. Por ejemplo, para el  profesor portugués Santos Junior serían totems relacionados con la virilidad, el coraje y la fuerza. Lo cierto es que según su ubicación podrían tener un simbolismo determinado, así pues a la entrada del castro de Las Cogotas en Ávila estaban ubicados estos verracos, como símbolo totémico de fuerza y valor, mientras que por otro lado en Chamartín de la Sierra podrían determinar un encerradero de animales, como símbolo de protección y de fecundidad. En ambos casos - aunque diferenciados- la finalidad sin duda es mágico-protectora

 

Apuntaba el arqueólogo gallego Florentino López- Cuevillas en los albores del pasado siglo XX, que poco se podía decir de las ideas cosmogónicas de los habitantes de la vieja Gallaecia (Galiza, Asturies, Norte Portugal, León y Zamora), de los “galecos”, pero se aventuraba  con datos arqueológicos a dar una extensa relación de los cultos practicados por los habitantes de  la cultura Castrexa, entre los cuales citaba a “una divinidad en forma de cerdo o de jabalí” [5]

Por otro lado, dejando atrás la época prerromana,  parece ser que estos verracos tuvieron finalidad de carácter funerario según atestiguan las inscripciones latinas en algunos animales, utilizadas a modo de estelas funerarias (siglo II d.C)

 

En las Tradiciones Irlandesa y Galesa, el jabalí como animal simbólico igualmente aparece dentro de sus mitologías. Dentro del ciclo del Ulster, el héroe Diarmaid y  su enamorada Grainne, -prototipos de los medievales Tristán e Isolda – dicho héroe tenía como mayor prohibición el matar al jabalí ya que su hermano fue muerto accidentalmente y metamorfoseado en jabalí mágico. Igualmente dentro de la interesante historia del druida irlandés, Tuàn Mac Cairill, personaje que es testigo de las cinco grandes invasiones de Irlanda, que sobrevivió metamorfoseando su cuerpo en ciervo, jabalí, halcón, salmón, antes de retornar a ser hombre,  imagen del Hombre Primordial, capaz de restablecer aquella edad de oro del comienzo de la Humanidad, tiempos míticos en la que los animales y los hombres hablaban el mismo lenguaje y no se mataban entre ellos. De nuevo el mismo jabalí mágico reaparece dentro de los Mabinogion galeses, “no sólo en el relato de Kulhwch y Olwen en el que Arturo y sus compañeros acosan al jabalí Twrch Trwyth, sino también en algunas Tríadas de la Isla de Bretaña y en la Historia Britonnum de Nennius”[6]

 

Dentro del mundo céltico y sobre todo en la Galia, el jabalí ha sido un emblema guerrero indiscutiblemente ya que se han encontrado lábaros sagrados o  pértigas coronadas por la representación de dicho animal, además de su aparición en monedas. Citemos por ejemplo el jabalí como enseña militar del arco de Orange, o bien la estatua de una Diana gala  encontrada en las Ardenas montada sobre un jabalí. Ecuánimemente nos explica Jean Markale que “sobre una placa del Caldero de Gundestrup, que representa el rito de sofocación, todos los guerreros llevan un casco coronado por un jabalí. Todo estriba en saber si el jabalí representa la fuerza física y “solitaria” del guerrero, lo cual sería simbolismo, o si se trata del animal mítico considerado como el antepasado de la clase guerrera”[7] Este atributo “kshatriya” del jabalí también lo encontraremos entre los pueblos bálticos de los letones, lituanos y antiguos prusianos,  especialmente como animal relacionado con el dios Pekurnas, que sería el Thor nórdico, el Taranis galo.

  

Y en  época clásica grecorromana, igualmente el jabalí aparecía en estas culturas como fiera noble,  valor salvaje al que vencer el héroe, tal como nos relata J.M.Castroviejo: “El  Señor jabalí tiene su puesto en la Historia y no pequeño… El feroz puerco, perseguido hasta la hondura de su cubil, era un adversario que los dioses mismos no desdeñaban el atacar. Artemisa, la virginal. Lo seguía con su aljaba, tenaz e incansable, hasta lo profundo de las selvas de la Argólida, en veloz carro, acompañada de ladradora jauría y entre un tropel de ninfas galopantes. Y ¿no fue por culpa de un jabalí, primero herido por la diestra Atalante, por lo que el heroico Meleagro, que le da al fin muerte, enloquece y pierde a su vez la vida? Homero en la Odisea (XIX) nos deja un memorable retrato del jabalí que hirió a Ulises. El jabalí era presa noble y los emperadores…de Roma, tras las influencias de la Galia, de España, de Grecia, del Oriente Helenístico y de África, se alababan de su caza. Adriano, Marco Aurelio –cuya fuerza ante el jabalí destaca Dion Casio- y Caracalla, entre otros, se vanagloriaban de afrontarlo. Marcial nos dejará inmortalizado en hermoso latín, el epitafio de la valiente perra Lydia sucumbiendo al colmillo de un jabalí:Fulmineo, spumantis sum dente peremptaQuantus erat, Calydon, aut, Erymanthe, tuus » [8] Pero volvamos de nuevo a la relación simbólica entre el jabalí y el oso de la que antes hemos hablado y veamos una más que interesante interpretación del tema que estamos tratando. Según René Guènon, el jabalí y la osa no aparecen siempre en estado de lucha y oposición sino que igualmente podrían representar de forma armoniosa la relación de las castas de los druidas- sacerdotes-brahmanes con la de los guerreros-caballeros -kshatriyas  y esto lo vería R.Guènon en la conocida  leyenda de Merlín con Arturo: “En efecto, Merlín, el druida, es también el jabalí del bosque de Broceliande (donde al cabo, por otra parte, no es muerto como el jabalí de Calidón, sino sumido en sueño por una potencia femenina) y el rey Arturo lleva un nombre derivado del oso, arth; más precisamente, este nombre Arthur es idéntico al de la estrella Arcturus, teniendo en cuenta la leve diferencia debida a sus derivaciones respectivas del celta y del griego. Dicha estrella se encuentra en la constelación del Boyero, y en estos nombres pueden verse reunidas las señales de dos períodos diferentes: el “guardián de la Osa” se ha convertido en el Boyero cuando la Osa misma, o el “Sapta-Rksha”, se convirtió en los “Septem   triones”, es decir, los “Siete bueyes” (de ahí el nombre de “septentrión” para designar el norte); …la autoridad espiritual, a la cual está reservada la parte superior de la doctrina, eran los verdaderos herederos de la tradición primordial, y el símbolo esencialmente “bóreo”, el del jabalí, les pertenecía propiamente. En cuanto a los caballeros, que tenían por símbolo el oso ( o la osa de Atalanta) puede superponerse que la parte de la tradición más especialmente destinada a ellos incluía sobre todo los elementos procedentes de la tradición atlante; y esta distinción podría incluso, quizá, ayudar a explicar ciertos puntos más o menos enigmáticos en la historia ulterior de las tradiciones occidentales”[9]    

En la tierra mágica de la Españas, Galiza, de nuevo la memoria de la Tradición Primordial emerge, podríamos decir más  que curiosamente, puesto que la “combinación” del jabalí con el oso toma forma de heráldica y Tótem para la otrora gran casa feudal de los Andrade, señores del norte de la actual provincia de A Coruña y parte de la de Lugo.  “El jabalí, con el oso, fue tótem de la gran casa feudal de los Andrade, como puede verse en el magnífico enterramiento de la iglesia de San Francisco de Betanzos”[10]. Efectivamente, el sepulcro gótico de Fernán Pérez de Andrade “O Bóo” está soportado por un oso y un jabalí, si bien el jabalí es la figura  más ligada a la casa de los Andrade. Relacionado con el linaje de los Andrade, tenemos la leyenda novelesca de Roxín Roxal e a Ponte do Porco, que tan bellamente recogió Leandro Carré Alvarellos en sus “Leyendas Tradicionales Gallegas”. De nuevo la memoria céltica galaica se renueva con este  héroe solar que combate al fiero “porco bravo”, un temido jabalí que asola la comarca y siembra el pánico entre los labriegos. Roxín Roxal, doncel del señor de Pontedeume, don Nuno Freire de Andrade, era un joven ”esbelto de cuerpo, rubio y roxiño  como un sol, alegre y sonriente, valiente y sencillo”,  que estaba enamorado de la hija de don Nuno, la  joven Tareixa (Teresa), que “montaba a caballo igual que una amazona céltica y disparaba una flecha mejor que algunos arqueros de su padre”[11], pero que esta doncella fue obligada a casarse con otro señor feudal, don Henrique de Osorio, ya que el señor de Andrade descubrió el amor de Roxín Roxal por  su hija . Don Nuno y don Henrique organizaron una cacería para dar muerte al fiero jabalí y en la desembocadura del río Lambre  encontraron al animal en el puente. Don Henrique y la joven Tareixa fueron embestidos por el  enorme jabalí, don Henrique  le clavó su lanza pero saltó del puente y el animal atacó a la joven doncella, matándola. A los pocos días, en dicho puente apareció el jabalí con una daga clavada en el pescuezo, que don Nuno reconoció. Esa daga se la había regalado a su sirviente Roxín Roxal. He aquí la leyenda de Ponte do Porco, donde un héroe mata por amor y frente a la fiereza y el coraje del porco bravo se superpone la del héroe.

 

El Cristianismo medieval, desgraciadamente, fue severo con el fogoso animal de nuestros antepasados, según asevera el tradicionalista católico Louis Charbonneau-Lassay en su hermoso y extenso trabajo sobre simbolismo animal en la Antigüedad y Edad Media “El Bestiario de Cristo”, aunque durante los primeros cuatro siglos de Cristianismo fue representado en lámparas en las que parece representar la cólera divina, frente a la paloma y el cordero que representarían la dulzura de Cristo.

 En un manuscrito francés  del siglo XIV, el jabalí junto con el gallo (animal que como sabemos anuncia la salida del Sol, por lo tanto animal solar y pagano) representa a la Ira, la Lujuria. Así pues la Ira será representada por una mujer que lleva un gallo sobre su mano y que cabalga sobre un jabalí. Nuestra Edad Media europea, conoció salvo raras excepciones, al jabalí de David “asolador de la viña del Señor”, como nos lo relatan los Salmos del Antiguo Testamento. “El jabalí, sin embargo, fue aceptado a veces como imagen del justo, independiente y valeroso frente a los adversarios del Bien y a los enemigos de su alma. En este sentido, San Paulino de Nola, en el siglo V, incluso lo relacionaba con el cordero cuando escribía a uno de sus corresponsales: “Qué satisfacción encontrarme completamente cambiado; ver que el león tiene ahora la dulzura de un joven ternero; que Jesucristo habita en el jabalí, que conserva toda la ferocidad para con el mundo, pero que se ha convertido en cordero para con Dios; ya no eres el jabalí del bosque, te has convertido en el jabalí de la siega”[12] El polifacético y prolífico  intelectual galaico Vicente Risco,  nos cita siete animales cuya figura puede asumir el diablo,  y curiosamente hay dos animales (Jabalí y Cuervo, aves de Odin- Wotan) significativos para las antiguas creencias célticas y germánicas que son marcados con este estigma; “como Jabalí, atemoriza a las gentes del campo, como Cuervo muestra su triste negrura fatídica, que se alimenta de la muerte”[13] He aquí una muestra entre otras muchas mas, de cómo los símbolos paganos fueron tergiversados e invertidos por la nueva religión.     

Simbólicamente al jabalí se le opuso frente al Cordero de Cristo, así pues frente a las virtudes cristianas del cordero estaban los defectos y pecados paganos del Jabalí.  Pese al olvido parcial de animal tan noble como símbolo durante nuestra Edad Media, se  representó frecuentemente su caza, siendo esta considerada de gran riesgo, valor y coraje junto con inteligencia, virtudes propias que debían poseer los guerreros. Quizás dentro de los  animales salvajes cazados en nuestros montes europeos, la cacería del oso y del jabalí destacarían por ser de elevado peligro, frente a otras especies.

 Como conclusión para este pequeño aporte al simbolismo del jabalí, apuntaremos esta duda con la que se preguntaba el católico L.Charbonneau –Lassay: “¿Cuál sería exactamente el pensamiento de Albert Durero cuando, cerca del pesebre en el cual puso María al Niño Dios, representó al jabalí y al león, en vez del buey y la mula tradicionales?”.    

FEDERICO TRASPEDRA 



[1] “El Jabalí y la Osa” en “SIMBOLOS FUNDAMENTALES DE LA CIENCIA SAGRADA” René Guénon. Eudeba-Ediciones Colihue. Buenos Aires 1988. pág.141
[2] Op.cit. René Guénon, pág.145
[3] Op.cit. René Guénon, pág.142.
[4] Cuadernos del Arte Español nº22 “Arte Céltico y Celtibérico” Historia-Grupo16 Madrid1992
[5]La Civilización Céltica de Galicia”, de Florentino López-Cuevillas. Ed. Istmo, Madrid 1989, pág.280
[6] “Druidas” de Jean Markale, Ed Taurus Alfaguara, Madrid 1989. Pág.202
[7] Op. Cit. Jean Markale, pág.203
[8] “Viaje por los montes y chimeneas de Galicia” J.M. Castroviejo y Álvaro Cunqueiro.Espasa Calpe. Col. Austral. Madrid 1986. Pág.128
[9] Op. Cit. René Guènon, pág 146-147.
[10] J.M.Castroviejo, op.cit. pág 130
[11] “Leyendas Tradicionales Gallegas” de Leandro Carré Alvarellos. Espasa-Calpe, Col.Austral. Madrid 2002 Págs.253-256
[12] “El Bestiario de Cristo” de L.Charbonneau-Lassay, Ed. Olañeta, Palma de Mallorca, 1997. Pág. 174, 175,640.
[13] Satanás, historia del diablo. V.Risco. EdGalaxia, pág.409.

SIMBOLISMO Y ARQUEOLOGIA DE LA ROSACEA

SIMBOLISMO Y ARQUEOLOGIA DE LA ROSACEA   Introducción 

Afirmaba en torno a la explicación del símbolo, uno de los últimos metafísicos de Occidente, René Guénon que “las representaciones propiamente simbólicas…son  incomparablemente menos limitadas y constringentes que el lenguaje ordinario y, en consecuencia, mas aptas para la comunicación de las verdades trascendentes, y de ahí la continua utilización que de ellas se hace en toda enseñanza que posea un carácter verdaderamente “iniciático” y tradicional” [1]

 

Otro autor, igualmente estudioso de las doctrinas y del arte del mundo de la Tradición como Frithjof Schuon, nos insiste en  que el lenguaje de la religión es el simbolismo y que a su vez el simbolismo es una realidad concreta que se basa en analogías reales. Ahora bien, debido al alejamiento de Dios y  a la falta de “comprensión” por parte del hombre en este final de ciclo,   la tradición “a partir de cierto “momento cíclico”, se vio obligada a explicitar verbalmente los símbolos, que en el origen, -en la “Época Divina”- eran suficientes para transmitir las verdades metafísicas” [2] Esto es efecto de una causa: el ser humano se ha vuelto cada vez mas racionalista, ha endurecido su corazón, se ha producido una escisión entre el Hombre y el Cielo,  consecuencia y reflejo obvio de lo que se puede observar en la Tierra,  y no debido a esa disociación- digamos simplista y telúrica- del hombre con la tierra, como piensan los “rojiverdes”.  La mentalidad simbolista se ha dormido en el hombre moderno y está roncando plácidamente para nuestra propia desgracia. Esa mentalidad, que es fluir e intuición en su sentido superior es preciso despertarla, o mejor dicho, reintegrarla, juntarla, pues esa es la  verdadera etimología de la palabra símbolo.

 

Abordaremos entonces el estudio de este símbolo siguiendo las premisas que se aconsejan, puesto que “para comprender determinado símbolo, basta considerar su naturaleza o su forma, después su definición doctrinal, luego tradicional, y por último las realidades metafísicas y espirituales de las que ese símbolo es expresión”[3]   

 

Así pues, trataremos en este artículo un símbolo puramente geométrico y no procedente de la Naturaleza (como el árbol, el lobo o el jabalí, ya tratados en otros números de Tierra y Pueblo/ Terra Nostra) aunque al  igual  que la propia Naturaleza su mensaje es intemporal y que como podremos observar, constituye un viático espiritual de primer orden.

 Interpretaciones del simbolismo de la Rosácea: 

La Rosácea, es una figura geométrica trazada a compás. Su elaboración se basa en que tomando el radio de una circunferencia, podemos dividir su perímetro en seis partes iguales. Así pues,  si desde cada una de las seis partes de la circunferencia alzamos el compás, obtendremos los seis ejes de la rueda o los seis pétalos. De ahí que por lo general las primeras representaciones de nuestro símbolo estén inscritas dentro de la circunferencia, dando así el aspecto de rueda. Posteriormente se omite el perímetro y quedan las aspas, destellos o pétalos, pasando a simular una flor de seis hojas.

 

Comúnmente es denominado este símbolo como Rosácea pero tiene también otras denominaciones como Roseta o  Ruedecilla céltica, como veremos a continuación. Así pues nos encontramos que en la historia del arte europeo este símbolo apenas estudiado que se repite hasta la saciedad en diferentes períodos históricos, tendrá una continuidad, digamos “ornamental”, bastante relevante casi hasta nuestros días.

 En ambas acepciones o interpretaciones de la rosácea bien como ruedecilla o bien como flor, bien como estrella, el resultado es similar, puesto que nos remiten al simbolismo del centro, ya que aunque la circunferencia no aparezca trazada, “la rueda de seis rayos…no puede dejar por ello de considerarse como inscrita en una circunferencia…es decir, la circunferencia que determina su contorno y su límite”[4] En la antigua Irlanda, había cuatro reinos y  la capital del rey estaba en el centro de la  isla y su topónimo era Tara. Esta palabra en sánscrito significa “estrella” y particularmente designa la estrella polar. En galés y bretón “Tarann” equivalen a “trueno” y el dios céltico Taranis era asociado a las tormentas y en sus representaciones galas sostiene una rueda. En sánscrito “Tarani” es una de las palabras que designan al Sol y Shiva es llamado a veces Tara, como equivalente de “aquel que ayuda a pasar del otro lado del río”. “Estos diferentes aspectos hacen de Tara una puerta, un lugar donde  es posible la ascensión al mundo celeste”[5]  

Por otro lado, la flor por su breve vida “es símbolo de la fugacidad de las cosas, de la primavera, de la belleza”[6]. Según referencias históricas, los griegos y los romanos cubrían de flores a sus muertos antes de llevarlos a la pira funeraria y luego esparcían dichas flores sobre sus sepulcros, no tanto como ofrenda a los difuntos, sino como analogía de la fugacidad de la vida. Esta costumbre se perpetua hasta nuestros días como  bien es sabido, pero mayormente en el sentido de ofrenda y de reconocimiento al ser querido, mas que como su “interno” significado.  Esto es en lo relativo a la naturaleza de la flor, pero en lo referente a la forma, “la flor es una imagen del “centro” y, por consiguiente, una imagen arquetípica del alma”[7] Y es que un símbolo como la rosácea tan representado en nuestro arte europeo, insisto,  y en concreto en nuestra península ibérica, que ha pervivido en el arte ornamental  rural, como símbolo  mágico propiciatorio o protector es algo más que una bello motivo geométrico. Esta representación de la rosácea como flor nos remite sin ningún género de dudas, en su origen como procedente de una rueda: “Cuando la flor se considera como representación del desarrollo de la manifestación, hay también equivalencia entre ella  y otros símbolos, entre los cuales ha de destacarse muy especialmente el de la rueda, que se encuentra prácticamente en todas partes, con número de rayos variables según las figuraciones, pero siempre con un valor simbólico particular de por sí. Los tipos más habituales son la ruedas de seis y de ocho rayos; la “ruedecilla céltica”, que se ha perpetuado a través de casi todo el Medioevo occidental se presenta en una u otra de estas formas” [8]

 

Por otro lado, R.Guénon nos indica otra correspondencia entre el número de pétalos de algunas flores y el de los rayos de la rueda: Así pues dentro del mundo tradicional indoeuropeo, en Occidente la flor de la nobleza por excelencia, representada por el lirio o también llamada flor de lis en nuestra heráldica, posee seis pétalos al igual que la rosácea o la ruedecilla céltica.

 

 Mientras tanto en la India y por extensión a las tradiciones en su origen aryas como el Hinduismo y el Budismo, la flor por excelencia es el loto, de ocho pétalos, al igual que su rueda de ocho rayos, su “rueda de la vida”. Cabe recordar que la rueda (chakra) es uno de los símbolos atribuidos a Vishnú, junto con la maza (gada) y la caracola (sankha). Al respecto de una flor de loto y su girar como rueda, un bello relato nos cuenta que Buda reunió a sus discípulos para explicar el Dharma. Sus discípulos esperaban un sermón, unas palabras y unas explicaciones pero ese día cogió una flor de loto en su mano y la hizo girar como una rueda. Ante todo el gentío allí presente, su discípulo Mahakashyapa en ese instante sonrió e inclinó la cabeza, asintiendo. Había alcanzado la iluminación, el Despertar. De nuevo las palabras limitan: un gesto (girar como una rueda), un signo (la flor) habían bastado para transmitir al príncipe Siddharta su linaje espiritual. Así pues Mahakashyapa se convirtió en el primer sucesor del Dharma del muy venerable Buda Shakyamuni.    

 

 

 

Nos recuerda Julius Evola que el budismo pertenece al filón central de la metafísica hindú y que la aspiración del seguidor de la doctrina del Despertar es el destruir la ignorancia -ese sueño, saco de manías y olvido- no aceptando el estado de existencia en el que nos encontramos aquí,  es de igual manera análoga  a la del iniciado helénico que bebe de la fuente del recuerdo para reingresar a su naturaleza  primordial, semejante a la de los dioses. Queda excluida toda mitología moral. Lo que subsiste es una actitud de centrismo”[9] . De nuevo queda manifiesta  la importancia de la idea de la conquista del centro, puesto que su logro significa escapar al cambio perpetuo al que estamos sometidos en el mundo del Devenir (mundo samsárico) y a su rueda. De ahí, tanto en el Hinduismo como en el Budismo la importante figura o estado del “Chakravartin”, “el señor que hace girar la rueda”.  

 

Volviendo al símbolo del que nos estamos ocupando,  en tanto que la rosácea como rueda, debemos tener presente que la mayor parte de las veces cuando se nos explica este símbolo por parte de historiadores del Arte, nos remiten a una de las formas elementales del simbolismo de la rueda que siempre nos lo interpretan como de carácter solar. Y en ello no hay objeción alguna si dichos historiadores no caen en describir el culto solar como un simple animismo o  “naturalismo”. Según Hermann Wirth,  para las antiguas estirpes nórdico-atlánticas, éstas  profesaban una religión primordial puramente monoteísta y para ellos  la rueda del sol era “el símbolo del Ser Supremo, del Espíritu del mundo como universo, como todo cósmico”[10]. Teniendo presente que el sol es el centro de nuestro sistema planetario, eso implica que el planeta desarrolle a lo largo de un año una rotación alrededor suya. De ahí lo que H. Wirth denomina “das Jahr Gottes in der Natur (el año divino en la naturaleza)”,  “die Drehung (la rotación)” y “das Recht (el Derecho)”. En sus obras, H.Wirth recogió entre otros muchos símbolos de origen nórdico-atlántico, a la rosácea.

 

 Quizás de ahí esas representaciones de nuestra Antigüedad, donde el sol es portado sobre un carro de ruedas tirado por un caballo, como por ejemplo del galés de Rhyd-y-Gorse o bien otra variante como el del  austriaco de Strettweg-Steiermark. Y posiblemente esto tenga algún eco lejano en las “ruedas de fuego” que se  tiran montaña abajo rodando en algunas partes de Europa durante la celebración del Solsticio de Verano.[11] 

 

  Significación metafísica de la Rosácea: 

Por consiguiente, el propio nombre de la rueda implica como es sabido un movimiento, que es el rotar: la rotación, que es análogo del cambio continuo al que está sujeto todo el mundo manifestado, del mundo “samsárico”, pero que en tal rotación o movimiento “no hay sino un punto único que permanece fijo e inmutable y este punto es el Centro”[12] Es mas, la figura geométrica de la que deriva nuestra rosácea es la del círculo con su centro y su radio: es decir,  el Principio como punto central o la unidad: los radios o pétalos emanan de dicha unidad hasta la circunferencia o la manifestación, que sería la multiplicidad . “…si bien el centro es en primer lugar un punto de partida, también es un punto de término: todo ha surgido de él y todo ha de volver finalmente a él. Puesto que las cosas todas existen sino por el Principio (o por lo que lo representa con respecto a la manifestación o a un estado determinado de ésta), ha de haber entre ellas un lazo permanente, representado por los radios uniendo el centro todos los puntos de la circunferencia de vuelta al centro”[13]

  

Habiéndonos aproximado a las posibles interpretaciones de nuestra rosácea, queda por acercarnos un poco más a su  significado profundo, teniendo como premisa todo lo citado anteriormente en sus  evidentes  relaciones  con la flor y la rueda.

 

Así pues la precisión matemática guenoniana nos ha introducido en este símbolo para revelarnos que “todos los seres, que en todo lo que son dependen de su Principio, deben, consciente o inconscientemente, aspirar a retornar a él; esta tendencia al retorno hacia el Centro tiene también en todas las tradiciones su representación simbólica. Queremos referirnos a la orientación ritual, que es propiamente la dirección hacia un centro espiritual, imagen terrestre y sensible del verdadero ”[14] La ritual orientación exterior tiene una inspiración supra-humana y su función en la orientación interior en el hombre y dado que todos  los seres tienen el deber  del  cumplimiento de la Ley Divina o Norma Universal, de nuevo es reiterado el adagio conocido,  de que no se exime  en el estado humano de cumplir la ley, sea conocedor de ella (conscientemente) o no lo sea (inconscientemente). Todos estamos sujetos a las mismas leyes micro y  macrocósmicas, y por consiguiente nadie puede eludirlas. 

 

Por otro lado Schuon, sin duda alguna, acaba por dar una explicación más nítida  de nuestro símbolo: “allí donde está la rotación de la rueda cósmica, allí se produce también la dispersión de las almas, la individuación, con innumerables modalidades; el ego es una consecuencia casi física de la rotación universal. Allí donde está la calma, allí está el acceso al Sí inmutable e indivisible; allí donde está el centro, allí está la Unidad. Y como la rueda cósmica “no es otra cosa” que el Sí, so pena de no tener ninguna existencia, el Sí puede surgir por todas partes como milagro salvador”[15]  

Y es que el símbolo actúa de manera análoga a lo que en Oriente es considerado el “mandala”. El objetivo último de todo símbolo es conducirnos a la concentración pura, más que fijar en la mente un objeto o idea. Es la disipación de toda distracción, es el sentir la presencia y la gracia divina, el encuentro con la clara luz del ser.

 Concluyendo, Schuon dice que en todos los pueblos antiguos y pueblos tradicionales en general, su existencia estaba dominada por dos ideas claves: la de Centro y la de Origen. Los comportamientos de estos antiguos pueblos se explicaban directa o indirectamente por estas dos importantísimas ideas, ya que eran punto de orientación en el mundo sin medida y peligroso de las formas y del cambio. “Ser conforme a la Tradición es permanecer fiel al Origen y por ello mismo es situarse en el Centro; es permanecer en la Pureza Divina y en la Norma Universal”[16]   Derivaciones y paralelismos de la Rosácea: 

La Rosácea tiene por supuesto sus derivaciones dentro de nuestro arte europeo, siendo    ampliamente conocidas sus dos variantes: Una como crismón cristiano y otra como rosetón.

 

El crismón cristiano aparte de ser junto con el pez, uno de los primeros símbolos cristianos, mucho antes de ser considerada la propia cruz y todo lo que ella  encierra, expresa y representa, es sin duda el símbolo mayormente empleado por los primitivos cristianos. Y es que el anagrama de Cristo, es decir, las dos primeras letras griegas de la palabra “Khristos” son las primeras muestras figurativas del arte paleocristiano. Según Guénon habría que distinguir entre el crisma simple y el crisma “constantiniano”. El primero sería la unión de las letras griegas X e I y el segundo de las letras X y P.[17] “In hoc signo vinces”, fue esta la visión de aquel emperador romano llamado Constantino, para declarar religión oficial del Imperio al Cristianismo y comenzar la clausura  de los cultos y ritos paganos.

 

 Algunos autores ven en el crismón un origen pagano, sin duda alguna, puesto que ya aparece representado en monedas aqueas y en medallas romanas muy anteriores al cristianismo. [18]  La evolución de la Rosácea en el arte europeo como se ha mencionado anteriormente, deriva en los rosetones de las iglesias y catedrales. Esa abertura dentro de la estructura arquitectónica románica y gótica,[19] que llena de luz y colorido el recinto sagrado,  a nuestros templos cristianos europeos. El simbolismo del rosetón en la iglesia o catedral cristiana tiene esa doble función, la apertura y la iluminación interior de recinto y en particular del altar, así como la del fiel capaz de comprender.

 

Algunos historiadores han relacionado el motivo de la rosácea con un Paraíso Astral, el “otro Mundo” al que las almas de los difuntos van a descansar e incluso con la filosofía pitagórica y sería así la rosácea un símbolo que incitaría a descubrir la “divina proporción” del “número áureo”.  También hay quien relaciona la rosácea con el trébol del patrón de Irlanda,  Cothraige “el servidor de los cuatro”, conocido en su forma latinizada como San Patricio. Y es que las hojas de un trébol partidas por la mitad nos darán la figura de la roseta de seis pétalos. Según cuenta la leyenda, cuando San Patricio evangelizaba Irlanda, para explicar el misterio de la Santísima Trinidad -dogma cristiano y revelación de la intimidad profunda de Dios-  utilizó un trébol como ejemplo práctico para la explicación de ese ternario[20] y de ahí que el trébol sea una de las enseñas representativas de la verde Éire. 

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Los trazos del crismón son prácticamente semejantes, por no decir idénticos a los de una runa: la runa Hagal.  Como es sabido, la runa Hagal  es la conjunción de dos runas: la runa de la vida (Man) y de la runa de la muerte (Yr). Es semejante a las ramas y raíces del árbol sagrado Irminsul, Yggdrasill.  Es la runa del invierno, donde la muerte-frío y el renacer-calor  se funden y hacen brotar al Hombre resucitado. También hay autores quienes  ven  en el crismón constantiniano la fusión de las runas Hagal y Thorn.

  Arte y Arqueología de un símbolo europeo: 

A lo largo del mundo antiguo céltico, romano y germánico es donde se expande este símbolo, por lo tanto su extensión se produce en buena parte de Europa (Irlanda, Francia, Suiza, Alemania, Italia…). Pero nos centraremos en unos ejemplos y referencias de la existencia de la rosácea a lo largo de los diversos momentos culturales dentro de nuestra península ibérica donde encontró mayor difusión, especialmente en el norte:.Galiza, Asturias, León, Zamora, Soria, Burgos, Cantabria,  Vasconia, Norte de Portugal y hasta el sur en Cádiz.

 

Lógicamente tenemos que empezar por la cultura céltica Castrexa, donde encontraremos nuestro símbolo-ornamento en la orfebrería, piezas de tipo militar,  en elementos arquitectónicos, en cilindros decorados, monumentos funerarios y en elementos de trabajo de la casa, principalmente.  

 

Cumple recordar que para los celtas, tanto como el bardo, el armero y el orfebre eran los  artesanos  de su gloria y garantes de su prestigio. En este caso, el orfebre trabajaba el metal noble para el hombre y la mujer de rango elevado, siendo de destacar los torques para los hombres y las diademas, arracadas y brazaletes para las mujeres. Pues bien, tanto en el caso de las diademas, tenemos un bello ejemplo  en la “Diadema áurea de Vegadeo”, cuya decoración es una muestra donde se prodigan los discos radiantes o rosáceas concatenadas y svásticas.  En el caso de los torques, igualmente los encontramos diseñados en sus puntas (ejemplos en el Museo Arqueolóxico de Lugo)

En la cerámica  tenemos muestras en  la citania de Briteiros y en la Cividade de Terroso (Museo do Porto) y en los cilindros que protegían las entradas a la casa, tenemos en la desembocadura del río Miño, en la citania de A Guarda (Sta. Tegra)  con abundantes muestras donde aparecen la rueda, la rosácea y diferentes tipos de espirales, trísqueles y svásticas. Otros ejemplos los tenemos en: Sanfins, Sta. Mariña de Augas Santas, San Cibrao de Lás, Outeiro de Baltar, Morgade, S. Adriâo, Troña, Oldrôes, Vilar, Rubiás, Paderne, Afife.

   

A partir de los siglos I al IV, con la romanización de la península, es especialmente empleada la rosácea en las estelas funerarias celto-romanas, aparte de su utilización en mosaicos, pinturas y  cerámica, donde tenemos muchísimos vestigios de su utilización. De nuevo su difusión se extiende desde Cantabria, Burgos, Zamora, Extremadura, Galiza, Norte Portugal, Burgos, León, Vasconia.  Ya en tiempos del asentamiento definitivo de los romanos en nuestra península, debemos destacar los temas representados en las estelas funerarias. Si bien una constante en estas estelas  es su relación con el sol y la luna, igualmente curiosos son los temas labrados, que tienen que ver bien con animales como el jabalí (p. e. Sansueña- Zamora), el ciervo y el caballo (animales venerados especialmente en el mundo céltico), bien con banquetes, escenas de vendimia, caza, bien con  instrumentos de canteros o carpinteros, o bien con embarcaciones, árboles y demás elementos vegetales. Buenas muestras y numerosas estelas las encontramos en Vigo, en el Museo de Castrelos, en los Museos Arq. de Coruña o  de Zamora, por citar tan solo unos ejemplos. Y es que para algunos historiadores, el mundo de las estelas galaico-romanas será el punto de partida y de conexión con la filosofía griega y especialmente la de Pitágoras. “Priscilianismo, culturas suévicas y visigodas, cruzadas y peregrinaciones a Compostela, templarios, rosacruz… irán dándole importancia y manteniendo el latir simbólico y ornamental de la rosácea”[21]   

    

No debemos olvidarnos dentro del  arte tardo-romano, de un monumento de especial interés como es el antiguo templo pagano y reconvertido en  la iglesia de Sta. Eulalia de Bóveda (Lugo), donde la rosácea   aparece vinculada al igual que en otras estelas funerarias (Areal en Vigo), a la luna en creciente, que para algunos antropólogos tendrá un  significado o un carácter “mágico profiláctico”.

 

La pregunta de qué  es lo que han significado para los antiguos celtas peninsulares y romanos los símbolos que representaban, ya se la planteaban los recuperadores de nuestros vestigios arqueológicos a principios del siglo XX: “¿el conjunto de estos símbolos representaba divinidades en las que se creía y a las que se adoraba, o eran solo figuras amuléticas o acaso adornos derivados de un culto ya muerto? ¿Los discos, las ruedas, los suásticas que se ven en el monumento funerario de Briteiros y en estelas de época romana, tenían algo que ver,… con la creencia en la vida astral de las almas de los muertos o recordaban la fuerza vivificante del sol que hace resucitar periódicamente la naturaleza? ¿Eran señales de una fe aún viva o bien, perdido en parte o en todo su sentido religioso, eran sencillos amuletos o solamente decoraciones banales como lo son actualmente las ruedas y las estrellas que se esculpen en las losas sepulcrales de los atrios campesinos? [22]   La teoría de un innegable culto solar se ve reforzada ya desde los tiempos de los  megalitos, donde la orientación del corredor de entrada del dolmen se orienta, diríamos ritualmente, hacia el naciente. Y es que hay una estrecha relación entre el Norte y el Este por un lado como por otro entre el Sur y el Oeste. Parafraseando a Christophe Levalois, diremos que la luz del Este se desarrolla y  surge de las potencialidades de las tinieblas del Norte.  Y  en lo que atañe a la simbología utilizada por la Cultura de los Castros, es mas que  evidente su  relación con las culturas del bronce nórdico e introducida aquí con las formas hallstáticas.[23]   

 

Entre los suevos y visigodos, este símbolo perdura y continúa representándose dentro de sus iglesias y varias son las muestras, siendo de destacar las maravillas  de la “herética” Quintanilla de las Viñas (Burgos), Sta. María de Lebeña (Cantabria), San Miguel de Lillo (Asturies) o San Miguel de Celanova (Ourense). En el Museo Arq. de Sevilla también tenemos muestras visigóticas de la rosácea en un telante de altar de los siglos VI-VII. Del periodo suevo-visigodo y prerrománico perdura nuestra rosácea hasta el románico, siendo su empleo y difusión igualmente difundida especialmente en la arquitectura de las iglesias, en sus pórticos y frisos generalmente, pero también apareciendo sobre un animal en la cruz de la portada del templo. También tenemos ejemplos del uso   en frisos de la rosácea en la ornamentación románica como por ejemplo en dos joyas arquitectónicas del románico rural galaico como son Vilar de Donas (Lugo) y Sta. María de Cambre (Coruña), así como en grandes monasterios como en Sobrado dos Monxes (Coruña). 

 

Y es hasta aquí, el empleo de la rosácea en el arte sagrado, a partir de este período la rosácea se ve relegada al arte popular rural, donde pervive como símbolo protector y profiláctico (al igual que la svástica, por ejemplo), de la aldea y de la comunidad, de la casa y la familia, de los enseres de trabajo, de los animales… Es el declive de la comprensión del símbolo en su interpretación culta y pasa  a ser interpretado dentro de un paganismo de “tercera función”: pasa a ser rural y popular, pervive en la intimidad de la familia y en el pueblo, donde los ecos lejanos de la Tradición y  el legado simbólico de los antepasados, malvive y fenece.

 Federico Traspedra                            Samaim 2005


[1] “Los Estados Múltiples del Ser” R. Guénon.  Ed. Obelisco. Barcelona 1987. Pág. 9
[2] “Imágenes del espíritu: Shinto, Budismo, Yoga” Frithjof  Schuon. Ed Olañeta, Palma de Mallorca 2001. Pág. 11
[3] “Perspectivas Espirituales y Hechos Humanos” Frithjof Schuon. Ed. Olañeta Palma de Mallorca 2001. Pág. 85
[4] “Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada” René Guénon. Artículo “Los Símbolos de la Analogía”. Eudeba Buenos Aires 1988 Pág.277
[5] “La Tierra de Luz” C. Levalois. Ed Obelisco. Barcelona 1989. Pág. 83
[6] “Diccionario de Símbolos” Eduardo Cirlot. Madrid 1988  Pág.212
[7] Op.Cit. E. Cirlot,  Pág. 212
[8] “Símbolos fundamentales…”  Artículo “Las flores simbólicas”. Pág. 64
[9] “La Doctrina del Despertar” Julius Evola. Ed. Grijalbo México D.F. 1998. Pág. 29
[10] En sus obras  “Aufgang der Menschheit”/ “Um den Ursinn des Menschheit”  Hermann Wirth.
[11] Op. Cit. E.Cirlot Pág. 394
[12] “Símbolos fundamentales…” Op.cit. R.Guénon, artículo “La idea del Centro en las tradiciones antiguas” Pág. 56   y también  en   “La Gran Triada” Ed. Obelisco Barcelona 1986 Pág.182
[13] “La Gran Triada” Op. Cit.  Pág. 182
[14] “Símbolos fundamentales…” Op. Cit.  Pág. 60
[15] Op. Cit. F.Schuon, Pág. 77
[16] “Miradas a los mundos antiguos”. Frithjof Schuon. Ed. Taurus
[17] “Símbolos fundamentales…” Artículo “El cuatro de cifra” Pág. 356.
[18] “Consideraciones sobre el Crismón Románico” A. Almazán de Gracia. Revista de Soria. Nº24. Diputación de Soria 1999.
[19] “Símbolos fundamentales…” Pág. 64
[20] “A Rosácea: Arqueoloxía e simboloxía dunha figura geométrica” Felipe Senén. Brigantium nº2, A Coruña 1981.
[21] F.Senén, Op. Cit. Pág. 84
[22] “La Civilización Céltica de Galicia “ F. López-Cuevillas Ed. Istmo Madrid 1988, Pág.301
[23] “Formas tempranas Gallego-Portuguesas”  J.M. Vázquez V. Ed. Do Castro A Coruña 1974.

EL LATIR DEL CICLO ANUAL: Celebraciones de Muerte y Vida

EL LATIR DEL CICLO ANUAL: Celebraciones de Muerte y Vida

O deus Janus bifronte, os dous solsticios  

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La Naturaleza como Libro Divino

 “Er ist der Stern, er ist die Sonn´,

Er ist des ewgen Lebens Bronn,

Aus Kraut und Stein und Meer und LichtSchimmert

 sein kindlich Angesicht” 

“Él es la estrella, es el sol,La fuente eterna de la vida.Entre la hierba y la piedra,En el mar y la lumbre,Resplandece su rostro infantil”     

                                          NOVALIS 

En estos tiempos que corren,  el antropocentrismo y la antropolatría imperan y anidan en  mentes y corazones de mujeres y hombres en este mundo actual, convulso en plena crisis no simplemente  de cambio climático (léase “ecológica”), o de valores (léase “ético-política”) o económica. Para nosotros -los identitarios- nunca nos cansaremos de insistir que ésta  crisis en general es fundamentalmente una crisis  espiritual, puesto que la disociación de Cielo, Hombre y Tierra es más que evidente. Ese antropocentrismo - esa religión laica “liberal y progre” a un  mismo tiempo-  en su máxima categoría imperante es la  llamada antropolatría: el materialismo,  en todas sus versiones (léase histórico, económico, biológico, etc.) como  pseudo-religión, conduce solo a  adorar y a pensar  en  dinero, beneficios,  ultra tecnología y demás sucedáneos o vanidades. Y todo esto, es el  efecto de una causa.    

             Vivimos de espaldas a la Naturaleza, hemos olvidado esa cosmovisión tradicional de que “en el mundo tradicional, la naturaleza era no “pensada”, y si “vivida” como un gran cuerpo animado y sagrado, “expresión visible de lo invisible”[1]. La Creación es la máxima expresión de sabiduría y el gran libro divino que el Creador nos ofrece. De ahí que en la tradición hermética, sus maestros tienen presente que para realizar la Obra, basta con imitar a la Naturaleza. Nos hemos desconectado de los circulares ritmos naturales y  se van olvidando sus celebraciones y ritos, ceremonias y fiestas, perdiendo parte no solo de nuestra identidad, también implícitamente de nuestro espíritu. La memoria de los antepasados con su legado de Conocimiento y Sabiduría, está oculto a los ojos  de un mundo cada vez mas profano- y de la Naturaleza cada vez más profanada- donde lo sagrado ha sido relegado a las brumas… ¿tal vez de Avalon, del jardín de las Hespérides? Y como todos sabemos, la Naturaleza en sus ciclos estacionales, Primavera,  Verano, Otoño e Invierno, nos recuerdan dos lecciones que siempre debemos tener presente: por un lado, la impermanencia a la que estamos sometidos todos los seres de la Naturaleza y por otro, el triunfo de la Luz. Nacemos con el ciclo ascendente del año, como las semillas que han sido recogidas en la tierra y nuestra infancia es eterna Primavera. Nuestra juventud se expande y es pletórica en la estación del crecimiento del reino vegetal. En el Verano alcanzamos nuestra madurez, después que la flor ha dado paso al fruto. Estamos pues listos para ir marchitando en el  Otoño, ya en pleno ciclo descendente del año, para dejar la vida y morir en el ocaso del Otoño y recogernos en el seno del Invierno. Nos pudriremos en la Tierra y  en su interior, germinaremos de nuevo para renacer de nuevo en la Primavera. Morimos para nacer, así como antes fueron las Tinieblas y después la Luz, primero el Caos y después el Orden. Morimos para nacer, y así como sabemos que el invierno siempre da paso a la primavera, debemos tener presente que  nacer y conocer son lo mismo, puesto que Conocer es co-nacer. Antes fue la Noche y después el Día, como nos recuerda la tradición céltica y la escandinava. Hombre y Mujer vuelven siempre al seno de la madre, a la Tierra, mientras que el padre Sol con su poder fecundará de nuevo con su Luz y calor a la semilla, con la ayuda de los otros dos elementos restantes: aire y agua. Esta analogía llena de simbolismo son leyes divinas y naturales a las que  estamos sometidos, incluidas en las iniciaciones  de diversas tradiciones.                 No han sido los últimos en tener presente esta cosmovisión, pero es menester citar a  los escritores románticos del siglo XIX, que percibieron en su memoria de la sangre,  que tras el racionalismo y la ilustración, esa antropolatría se instauraba definitivamente en los corazones de sus congéneres. He aquí unas muestras de Verdad y Belleza de esa perenne sabiduría, ofrecidas por la pluma de Hölderlin: “Ser uno con  todo, ésa es la vida de la divinidad, ése es el cielo del hombre. Ser uno con todo lo viviente, volver, en un feliz olvido de sí mismo, al todo de la naturaleza, ésta es la cima de los pensamientos y alegrías,  ésta es la sagrada cumbre de la montaña, el lugar del reposo eterno donde el mediodía pierde su calor sofocante y el trueno su voz, y el hirviente mar se asemeja a los trigales ondulantes.” [2]  O bien de la mano de un Novalis, que al igual que su compatriota nos lega estos versos: “Todas las cosas están en el Uno y el Uno está en todas las cosas,/ ver la imagen de Dios en la hierba, en una piedra, / el espíritu de Dios en el hombre y en los animales, / esta actitud deberíamos tener en el fondo de nuestros corazones”[3]  Y también en ensayo denunciaba el terrible olvido de ese legado: “Ya en la infancia de los pueblos existieron espíritus profundos que descubrieron que el rostro de la Naturaleza era el de una divinidad, mientras que los demás, con el corazón liviano, no se ocupaban de ella más que para depositarla sobre la mesa; el aire les resultaba reconfortante bebida, las estrellas eran la luz para iluminar sus danzas nocturnas, y las plantas y los animales, sólo excelentes alimentos; la Naturaleza se les ofrecía no como un templo grandioso, sino como de un agradable recetario y una regocijante despensa. Otros, de alma más sensata, distinguían las muchas posibilidades que la Naturaleza les ofrecía, pero todavía en estado salvaje, y día y noche se dedicaban a crear modelos para conseguir una Naturaleza más noble”  Dentro del seno de la Tradición Cristiana europea, esta cosmovisión se mantuvo por algunas figuras excepcionales, hombres sabios y santos, entre los que cabría citar a San Francisco de Asís, como el máximo exponente de esta visión sagrada en torno a la naturaleza y a la Creación del Supremo Artista. Recordad el conocido poema “Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas, especialmente el señor hermano sol…”, exposición máxima de un esoterismo cristiano,  que pervive e influye en el seno del catolicismo, llevando a la nueva religión a re-venerar olvidados santuarios a lo largo de toda Europa, bajo advocaciones marianas o de santos en particular. Y también cumple hacer justicia - dejando aparte frivolidades y prejuicios neopaganos-  que la selva o bosque virgen, la montaña sagrada o la fuente milagrosa, igualmente perviven en la memoria de nuestros abuelos, así como en su tiempo estuvo en  la de nuestros mas remotos antepasados, merced  a esa savia del esoterismo cristiano que llenó de monasterios y ermitas nuestros mas inhóspitos y agrestes lugares de España y de Europa.[4] El fundador de la Orden del Cister, cuya influencia como es sabido, se extendió entre la Orden del Temple- San Bernardo- igualmente participaba de esta cosmovisión sagrada en torno a la naturaleza, a la Creación. Fue él quien dijo que “hallarás en los bosques algo más que en los libros. Los árboles y los pedruscos te enseñarán cosas que no podrás aprender de ningún maestro”. Copartícipes de esta  recta visión   de la naturaleza, como “Ecce omnia opera Domini”, también fueron entre otros Fray Luis de León, San Juan de a Cruz, Fray Luís de Granada, y también en nuestros tiempos el  cisterciense Thomas Merton. La Naturaleza de por sí misma es un auténtico santuario,  así lo percibieron,  sintieron y vivieron nuestros  antepasados. “Entre los antiguos germanos, sedentarios primitivos, es decir, que rechazaban la arquitectura propiamente dicha, los santuarios estaban localizados, pero siempre en la naturaleza virgen. El bosque de Broceliande, entre los celtas, y el de Dodona,  entre los griegos, son ejemplos de una perspectiva tradicional análoga, a pesar de la presencia, en estos pueblos, de una arquitectura sagrada y una civilización urbana. Entre los hindúes, el bosque es la morada natural de los sabios; y se encuentra este mismo “aprovechamiento” espiritual del aspecto sagrado de la naturaleza en todas la tradiciones que tienen –siquiera indirectamente- un carácter primordial y por lo tanto mitológico”[5] El mundo por entonces era mágico, Dios o los dioses, la Divinidad en suma, eran algo cercano, sutil, pero intensamente sentido, vivido y experimentado. Una lectura con visión tradicional de las antiguas mitologías indoeuropeas,  nos describirán una naturaleza animada tanto para griegos y romanos, como para celtas, germano-nórdicos y eslavos, puesto que para todos ellos la Naturaleza era  “una poética metáfora, una metáfora tangible de la vida de los dioses (una Metamorfosis divina). Hay en estas cosmovisiones una absoluta y confusa interpenetración entre lo material y lo espiritual. La naturaleza es consustancial a la divinidad (y al espíritu humano). La Vida de la naturaleza es, de hecho, la manifestación visible de la vida de los dioses. Lo que se ve claro leyendo a hombres antiguos (como Hesíodo en su “Teogonía” u Homero en la “Odisea” o  la “Ilíada”) no es que haya espíritus o dioses que simplemente se manifiesten en la Naturaleza, sino que las montañas, ríos, bosques…La naturaleza es toda, en sí misma, espíritu. El latir de la vida, el movimiento de los astros, el paso de las estaciones…todo, es divino. Desde la noche de los tiempos, como vemos, no pudo entenderse otra religión que la de la naturaleza”[6]  

  En la Antigüedad, nuestros pueblos europeos, no precisaban de edificar templo alguno puesto que para ellos, como venimos insistiendo hasta ahora, toda la naturaleza en sí misma era sagrada. Formaba parte de un todo y sus ciclos estacionales con sus fiestas - regio-sacerdotales, guerreras o  agrarias- eran ritmo de sus vidas, de sus campos, de sus animales, de su caza.  Y como nos recuerda Alain de Benoist,  “…después de los trabajos de Eliade y de Dumézil ya no se puede reducir a las antiguas religiones paganas a un simple culto a la naturaleza. El paganismo jamás fue un puro naturalismo, incluso cuando los antecedentes “naturales” y cósmicos juegan en él un papel central. Tampoco fue nunca un panteísmo, como en Giordano Bruno o Spinoza, aunque también hallamos elementos panteístas en casi todas las culturas religiosas”[7]    

Solsticios y Equinoccios

 No nos detendremos mucho en este apartado, existe suficiente literatura al respecto. René Guénon, Julius Evola, Hermann Wirth, Jean Mabire y Pierre Vial, entre otros, han escrito lo fundamental en torno a estas festividades. Solo recordaremos a vuela pluma, que nuestras principales fiestas o celebraciones, en sus analogías paganas y cristianas, siendo éstas regidas como sabemos, por el movimiento de la tierra alrededor del Sol. Dos son los solsticios y dos los equinoccios y así  queda delimitado  nuestro año, el giro completo de la Tierra alrededor del Sol, de la rueda-órbita alrededor de su Centro. Por un lado tenemos los dos solsticios, sabiendo e interpretando desde un punto de vista hermético que”Los solsticios –de “sol stare”, el sol se detiene- marcan los momentos del año en los que el sol parece detenerse en un punto fijo de su órbita, para a continuación reiniciar su marcha en sentido inverso. Estos momentos de inmovilidad abren las puertas que permiten acceder a otros estados de ser; así el solsticio de invierno abre la puerta de salida de la “caverna cósmica”, mientras que el solsticio de verano abre una puerta que es simultáneamente de entrada y salida”[8]  Así pues tenemos dos partes del año, claramente divididas, del Solsticio de Invierno (21 de Diciembre), desde la gélida Navidad con su nacimiento del Sol, (o del Cristo solar según interpretaciones), hasta el Solsticio de Verano(21 de Junio) :  desde un San Juan Evangelista (27 de Diciembre) hasta un San Juan Bautista (24 de Junio). Para nuestros antiguos, estas dos fases del año corresponden como el dios romano bifronte Jano a dos períodos, a dos puertas solsticiales, la de los “grandes misterios” (estados supraindividuales) y la de los “pequeños misterios” (estado humano): según la tradición védica, relatado asimismo en la Bhagavad-Gita ,  el período ascendente del sol  a la “Vía de los Dioses” y el período descendente a la “Vía de los Padres, Antepasados”. Y este período ascendente y descendente también lo podemos aplicar al período mensual de la Luna, pues en su fase creciente está en relación con el deva-yâna – o Vía de los Dioses- y en su fase decreciente con el pitr-yâna – o Vía de los Padres, Antepasados. También recordar que cuatro son las fases de la luna, al igual que las del sol.[9] Citábamos antes la salida de la caverna cósmica con relación a los solsticios. Para su comprensión diremos que la caverna cósmica es la caverna iniciática, considerada por un lado como una imagen del mundo y por otra del corazón del ser humano.  La caverna desde un punto de vista iniciático es el lugar del “segundo nacimiento” o iniciación, el “sepulcro” del cual se re-nace. Es en suma la caverna el mundo profano, el mundo de las tinieblas y de la ignorancia, y para que pueda existir una “salida final” de dicha caverna, es necesario que “el iniciado debe precisamente sobrepasar en esta nueva fase del desarrollo de su ser, del  cual el “segundo nacimiento” no era en realidad el punto de partida”[10]     Sabemos que el latir del ciclo anual, es como una rueda o cruz solar, una cruz  espacio-temporal  que con su eje vertical (al Norte corresponde el Invierno, al Sur el Verano) y su eje horizontal (al este la Primavera, al oeste el Otoño),   ordena el ciclo y el rito de nuestra Tradición, expresión de un arquetipo universal. Por otro lado, están los equinoccios, completando los ejes de  la cruz solar. Los Equinoccios “equilibran” el año, puesto que en ambos  la Tierra se encuentra en el punto intermedio de su órbita con respecto al astro rey. Con los equinoccios, según la tradición hermética,  tenemos a los dos arcángeles,  Gabriel y  Miguel (25 de Marzo, 29 de Septiembre, Fortaleza y Templanza respectivamente), con fechas muy cercanas a los equinoccios, puesto que por un lado el día y la noche tienen una misma duración y por otra está equidistante del Invierno-Norte y del Verano-Sur.   

  Pervivencias del latir céltico: Difuntos y Mayos 

En base a estas cuatro grandes fiestas, generalmente celebradas por casi todos los pueblos europeos, tendríamos que añadir a ellas otras cuatro, propiamente de origen céltico y con un significado similar, aunque no idéntico a los solsticios y equinoccios, pero que igualmente forman parte, digámoslo  así, del patrimonio del latir del ciclo anual, igualmente con  celebraciones y ritos de muerte y vida. Markale  nos asevera que “el año céltico, basado en un calendario lunar, con un mes intercalado cada cinco años, está claramente dividido en dos estaciones, invierno y verano, lo que hace que su eje central vaya del 1º de noviembre al 1º de mayo. Repitámoslo: el calendario céltico, y por tanto druídico, no tiene estrictamente ninguna relación con los solsticios”[11]  Aunque a esto habría que añadir, que los monumentos megalíticos como los dólmenes (anteriores por otra parte al mundo céltico) “reutilizados” por los pueblos célticos, tienen una orientación especial, generalmente en relación al solsticio de verano.  Las cuatro grandes fiestas célticas según el Calendario de Coligny son el Samain, Imbolc, Beltaine y Lugnasad: Samain era una fiesta comunitaria donde todos los hombres y mujeres que integraban “de derecho” dicha comunidad, debían obligatoriamente asistir, puesto que allí se hablarían asuntos políticos, religiosos, y económicos.  Etimológicamente Samain significa “el final del verano”, es decir el comienzo del invierno y a su vez  el primer día de un nuevo año. A su vez este día según la tradición céltica, era el encuentro de dos mundos, el de los vivos y el de los muertos. Ciertamente como en el noroeste peninsular sabemos, la parroquia de los muertos establece contacto con la parroquia de los vivos. Ambos mundos se interrelacionan e ínter penetran en estas fechas y así lo atestiguan las leyendas célticas, puesto que el acceso al Otro Mundo, grandes batallas y muertes rituales del héroe que ha transgredido ciertas prohibiciones, acontecen en este señalado día. Igualmente conocemos  que este día en nuestro calendario cristiano corresponde al día de todos los Santos, ya en pleno otoño y ciclo descendente del año. También asociado al día de Todos los Santos estaría el día de los Muertos, aunque en realidad según Markale, para el pensamiento céltico “no hay en Samaín ni muertos ni vivos, como tampoco hay dioses ni hombres. Hay todo.”[12]    En la antigua Irlanda, los fuegos debían estar apagados y el fuego renacerá en el momento que los druidas enciendan uno nuevo. Según Markale, este simbolismo habría sido transferido por los cristianos a Pascua.     Después de transcurridos tres meses después del Samain,  vendría la festividad del  Imbolc, bajo la advocación de la diosa Brigit, cristianizada bajo el nombre de Santa Brígida. El 1º de febrero es el día cristianizado de la Candelaria, fiesta purificadora a mitad del invierno. Esta celebración sería más íntima y local, mientras que una celebración que si ha llegado con mayor vigor  hasta nuestros días, transcurridos  otros tres meses después del Imbolc, sería el 1º de Mayo, Beltaine. Beltaine, etimológicamente significa “Fuego de Bel”, es el final del invierno y el comienzo del verano. “De ahí los ritos del fuego, particularmente abundantes y la sacralización de la vegetación naciente…la fiesta de Beltaine es una apertura a la vida y la luz, una introducción en el universo diurno, en lo que todavía se llama en Bretaña los -meses negros-”[13]   Esta fiesta sería propiamente sacerdotal y sería costumbre plantar ramas en los campos, huertos y sobre los establos como símbolo de prosperidad y abundancia, siendo en los países germánicos la noche de Walpurgis. Las celebraciones en torno al mes de mayo persisten a lo largo de toda Europa, si bien ha pasado a ser considerada por antropólogos y etnógrafos como una fiesta eminentemente agraria, conocida como los Mayos. “Os Maios”, que así denominan en Galiza, son fiestas de carácter eminentemente agrícola, celebrados no solo en el noroeste peninsular, sino a lo largo de toda la península ibérica bajo múltiples formas, que en esencia simbolizan lo mismo como las Cruces de Mayo en Andalucía, especialmente en Córdoba. Esplendor de la primavera, esperanza y “propiciando”   buena cosecha, al mismo tiempo que alejando todo ser (visible o invisible) que pueda dañar la fecundidad de los campos. Estos “Maios”, antiguos cultos o rituales agrarios (hoy en día fiestas folklorizadas), fueron objeto de denuncia y persecución  por la Iglesia, puesto que en Concilios como el de Braga en el 570 o el de Lugo en el siglo VIII, se condenaron estas “prácticas” de culto fitolátrico. Como sabemos, el mes de Mayo pasó a ser el mes de las flores, el mes de María. Las condenas se extendieron también en la edad media, donde por ejemplo en Portugal, en 1385, la cámara de Lisboa acordaba que “Nâo se cantem Mayas nem Janeiras”. El cabildo compostelano igualmente prohibía entrar en la catedral  a las “maias” y “demiños”, bajo pretexto de lo indecente de sus danzas y canciones. Hay siempre dos elementos principales en torno a esta celebración europea de los Mayos. Encontramos por un lado el Árbol de Mayo y por otro  los Reyes del Mayo. Naturaleza y Hombre/Mujer, son símbolos en este ancestral recuerdo del triunfo de la primavera, ya que como nos recuerda el maestro V. Risco, esta estación del año siempre “significa el reverdecer de las plantas, el comienzo del año agrícola, la alegría de ver levantarse el sol por encima del horizonte y coger fuerza; y tiene diferentes formas: árbol de Mayo, hombre cubierto de ramas, armadilla de verduras y flores, reina de mayo, pareja de mayo, cruz de mayo, engalanar las casas con ramas, esparcirlos por los campos, presagios de hartura y dinero…”[14]    Algunos etnógrafos nos recuerdan que la referencia escrita más antigua  sobre esta festividad, la encontramos en el romano Tácito: “Igual que la feliz unión de dos seres produce numerosos hijos, la plenitud de los dones de la naturaleza es provocada por la unión de los dos sexos. Se tiene, pues, una idea profunda y clara, de los fenómenos naturales del mundo, y se ve hasta que punto el hombre está inscrito en la naturaleza, hasta que punto estas representaciones son antiguas y arraigadas. Ya en el siglo XII se habla de la visita de una reina de Pentecostés ricamente adornada. El relato de Tácito del viaje de la diosa Nerthus de la fertilidad y de la Tierra procede, sin duda alguna del mismo espíritu.”[15]  En las diversas comunidades de etnia y lengua alemana, los “mayos” son igualmente celebrados análogamente que en otras zonas de Europa, así pues observamos que “En el folklore, este triunfo de la primavera tiene como símbolo la guirnalda primaveral (Ernte-kranz, en alemán, literalmente “corona de la cosecha”) que se entrega a la joven pareja del “Rey de mayo” y a la “Reina de mayo” para ser colocada la corona triunfal en lo alto del mástil de los festejos, el “Palo o Polo de Mayo”, símbolo del Árbol de la Vida y del Eje que une Cielo y Tierra. Se trata de una corona vegetal que, con su verdor, su belleza y lozanía, su brillo y su aura alegre, proclama la Victoria del Sol y de la vida renacida…Esa guirnalda primaveral es como el gran anillo floral que sella el enlace nupcial entre el Príncipe (el hombre o la humanidad) y la Princesa (la Naturaleza). No queda sino añadir que dicha corona verde y florida viene a corresponderse con la Rad-kreuz (rueda solar, cruz céltica)…En ambos se expresa la misma idea de totalidad y armonía, de vida centrada en torno a la luz.” [16]                       La costumbre cristanizada de la bendición de los campos y establos, de los animales que sustentan al hombre  en sus duros trabajos agrícolas, e inclusive de bendición de aguas (recordemos la festividad de la Virgen del Carmen) como hemos podido observar a lo largo de este artículo, tienen sus lejanos ecos en las antiguas  tradiciones paganas europeas.   

              A modo de conclusión, vemos que hemos comprobado que existe una estrecha interrelación entre el latir del ciclo anual y la vida  externa del ser humano, entre la vida cósmica y nuestra alma profunda, en constante reconquista del estado primordial del Ser, del encuentro y recuerdo constante de Dios a través de su mejor libro escrito que es el de la Naturaleza con su ciclo anual y su latir,  de la existencia primaveral y paradisíaca de la Edad de Oro, del Satya-Yuga o edad de la Verdad, del  Jardín del Edén, de la mítica y primordial tierra de los ancestros, Hiperbórea.     

 Federico Traspedra



[1] “A Tradiçâo Hermêtica” Julius Evola. Ediçôes 70. Pág. 33 
[2] “Hiperión o el eremita en Grecia” Friedrich Hölderlin. Libros  Hiperión, 1996. Pág.25
[3] “Poesías Completas. Los Discípulos en Sais” Novalis. DVD ediciones, 2004, págs. 131 y 253-254
[4]  También no olvidamos a los perseguidores de los cultos paganos, como el caso del galaico-bracarense San Martín de Dumio, que escribió “De Correctione Rusticorum” para atacar las creencias druídicas (panteístas y naturalistas para él)  de los antiguos galaicos. Un dato curioso sobre este obispo de Braga, es que por su culpa, en Portugal cuentan los días de la semana como “feiras”, en vez de las antiguas advocaciones a los dioses que se conservan en el resto de lenguas europeas.
[5] “Perspectivas espirituales y hechos humanos” Frithjof Schuon. Ed. José J. de Olañeta, 2001. Pág. 63.
[6] “Paraísos perdidos” Carlos de Prada. RB editores, 2005. Pág.31
[7] “¿Cómo se puede ser pagano?”. Alain de Benoist. Ediciones Nueva República. 2004. Pág.14
[8] “La Logia Viva. Simbolismo y Masonería”. Siete Maestros Masones. Ediciones Obelisco. 2006.Pág.255
[9] Recordar que también  durante la Semana Santa, el Jueves Santo se celebra en plenilunio.
[10] “Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada” René Guénon. Cáp. XXXIII. Ed. Eudeba, 1988, Pág. 195
[11] “Druidas” Jean Markale. Ed. Taurus, 1989. Pág. 182 
[12]  Op. Cit. Jean Markale, pág. 184
[13]  Op. Cit. Jean Markale, pág. 185 

[14] “Festas do Ano” en “Obras Completas Vol. 3” Vicente Risco. Ed. Galaxia 1994. Pág. 605.

[15]  Artículo “Prometida de Mayo-Reina de Mayo” de Friedrich Mössinger, perteneciente al libro “La Orden” de Edwige Thibaut,  Pág. 291

[16] “La Lucha con el Dragón” Antonio Medrano. Ed. Yatay.1999. Pág. 430.

EL ÁRBOL Y EL BOSQUE: Significados y símbolos dentro del mundo indoeuropeo

EL ÁRBOL Y EL BOSQUE: Significados y símbolos dentro del mundo indoeuropeo “La sangre de Dios es la que anima a los árboles y es la misma sangre divina  la que anima a los seres humanos. Se trata pues, de tomar conciencia de esta identidad, de integrarla, de nutrirse de ella en una comunión que no consiste sólo en recibir pasivamente al Creador, tal como sucede en la doctrina cristiana, sino en participar de su creación. Y esta comunión desemboca en otro lugar, que tal vez sea la isla de Avalon, donde el ser está en “dormición”, es decir, en plena regeneración, en plena absorción de energía nueva procedente del Cielo y de la Tierra, en plena resonancia con la vibración divina sin la cual nada sería.”

Jean Markale

 à minha filha Ariadna...continuadora da minha Árvore 

A menudo, cuando comienzan los calores propios del estío, vamos buscando un alivio para nuestras cabezas bajo el refrescante manto protector que nos ofrecen las generosas ramas de nuestro hermano árbol. Y al llegar el pausado otoño, el espectáculo de colores dorados, ocres, marrones y verdes de un bosque caducifólio nos gratifica el alma, nos hincha el espíritu y nos agrada la vista. En el invierno, los árboles de hoja perenne nos preservan de los vientos y gélidos fríos del Norte o del Atlántico... de nuevo el ciclo sabio, naturalmente se renueva, las mimosas en el norte y los almendros en el levante auguran la llegada de la primavera y los jóvenes brotes de las diversas especies darán sus frutos con gratitud.  Siempre se renueva y se repite cada año, “repitiéndose siempre sin repetirse. El árbol se fabrica en multitud, pero no en masa ni en serie. Procura ir siempre hasta el límite, y por eso no echa una hoja igual a otra”[1]

 Lo cierto, es que la Naturaleza sin el árbol, no sería imaginable para muchos pueblos y etnias del planeta, ni siquiera con muchísima probabilidad habría tanta vida en la Tierra. Sin desiertos quizás podríamos vivir, pero ¿podríamos vivir sin bosques?El desierto avanza: espiritual, social, ecológica y económicamente. No hace falta ser muy listo para darse cuenta de esto, solo hay que pararse un momento y  luego contemplar nuestro alrededor, dentro de nuestras ciudades con las personas que nos rodean, hasta los bosques quemados, extinción de especies...  crueldad con la Naturaleza y sus seres vivientes en general.  La Naturaleza, con sus reinos vegetal, mineral y animal, ciclos estacionales,  el cielo y sus estrellas, el sol, la montaña, el río, la piedra, el árbol y su conjunto como es el bosque... todo ello es un gigantesco “libro” del cual aprender constantemente, día tras día, repleto de símbolos y significados que están ahí esperando a descubrirlos, a investigarlos, para de nuevo redescubrirlos como un fantástico (que no fantasioso) libro—más sagrado sin duda que ningún otro—pues es parte fundamental de la Creación, así pues reflejo de la Divinidad y de la acción creadora del Espíritu. Las culturas tradicionales indoeuropeas han sido especialmente sensibles a esta percepción simbólica supraindividual de la naturaleza y del alma de su paisaje, de la tierra y la savia que alimenta y hace crecer sus ramas y raíces, en resumen, de este gran legado.Dentro de este “libro”, el árbol y su conjunto - el bosque- destacan  un papel importante como símbolos sagrados de diferentes culturas tradicionales de la Humanidad, y  por ser parte fundamental de nuestra savia y de nuestras raíces este ámbito indoeuropeo es donde se enmarcará este artículo. “...fue entre el segundo y el primer milenio antes de nuestra Era cuando un pueblo procedente de Centroeuropa o de Asia Central comenzó a extenderse poco a poco hasta ocupar unos vastos territorios que abarcaban desde Galicia y Extremadura, en el Occidente, hasta el Valle del Indo en el Oriente. Y ese pueblo (o pueblos), llamado Indoeuropeo, padre de nuestra lengua y del que todos procedemos en este continente, extendió consigo el culto al bosque como representación viva del Todo, del universo sagrado, donde habitaban todas las potencias de la vida humana y sobrehumana. Ellos fueron quienes descubrieron el Bosque, con mayúscula... Esta idea de totalidad parece haber impresionado muy vivamente a nuestros antepasados. Y no es ninguna superstición, al contrario. Fijémonos en un árbol: arraigado en la tierra e izado hacia el cielo, el árbol pone en comunión los tres niveles del cosmos, desde los misterios profundos de la tierra donde echa sus raíces hasta la luz del Sol que atrae a las ramas, cruzando la superficie de la tierra con el tronco. Al mundo ctónico, terrestre, aquel que reverenciaban los primeros pueblos mediterráneos, los indoeuropeos le aportaron la idea solar, celeste, uránica, incluyendo todo lo vivo en una sola mirada. Y el árbol es el símbolo preciso de esa operación, porque enlaza los dos niveles: el inferior y el superior”[2] .El hombre indoeuropeo -tal y como iremos observando a lo largo de este artículo- concibe el mundo en el que vive como un ser animado y vivo, latente al igual que él mismo, así pues recibe y otorga este profundo significado al árbol, al bosque, a las plantas. ”Piensa  que tienen un alma, un espíritu, semejante al suyo y los estima de acuerdo a ello, y como seres vivos tienen igualmente la capacidad de experimentar el sufrimiento”[3]Así  como la montaña actúa como símbolo de realización interior, lo mismo acontece con el árbol y el bosque. El retiro y la contemplación en el bosque como lugar y entorno de introspección y  la meditación y reflexión al pie de un árbol determinado, aparte de beneficios psíquicos y de puro “lirismo”, nos permiten conectar con los mundos superiores e inferiores. Por ello el árbol es la imagen del eje cósmico y la manifestación física de la máxima “como es arriba, es abajo”.  Por otro lado el bosque simboliza lo no domado o indómito, la parte salvaje del alma, “el arquetipo del estado salvaje” [4] Pero este arquetipo no es un estado de “fuera de control”, sino que al introducirnos en el bosque tenemos la posibilidad de conectar con los poderes elementales  que residen en él, al igual que reencontrarnos con partes de nuestra alma que pueden ser, bien potencialidades, bien oscuridades. Entre los antiguos textos indo-arios, Agni,  uno de los nombres y aspectos de Brahma y divinidad solar del panteón hindú, es identificado con el “Árbol del Mundo” y como el “Señor de los árboles”. El árbol tiene aquí un simbolismo axial, de “eje del mundo”[5], que tiende sus raíces en lo profundo y sus ramas las eleva hasta el cielo, representación de dos naturalezas, la alta y la baja, la manifestada y la no-manifestada, la luz oculta y la luz visible, siendo la primera luz el “soporte” esencial  para la segunda. El árbol es el mediador entre los dos mundos, el de arriba y el de abajo, la tierra en la que vive y en la que vivimos y nos sustenta y en el cielo que nos da el aire para respirar.Dentro del libro más sagrado del hinduismo, el Bhagavad – Gitâ,  se nos relata en el canto  X y XV, que el árbol  eterno y sagrado es una higuera -el bo- en cuyas ramas están los “Cantos”, es decir, las enseñanzas de los Vedas, y en sus raíces extendidas están atadas a la Acción en el  mundo de los hombres.[6]   Y es que a través de las hojas, el árbol absorbe la luz solar y es transmutada en savia dadora de vida. Es el árbol de la Vida: es alimentado por el Sol, da cobijo y sustento todos los seres vivientes. Dentro del majestuoso poema épico del Mahabharata , en uno de sus cantos, concretamente en el tercero que se titula “Vanaparvan”, que significa “el libro del bosque”, este capítulo  se halla repleto de diversas historias que los eremitas - yoguis indo arios- relatan al clan de los Pandava. Quizás sea esta la primera referencia literaria al bosque como lugar de retiro e introspección.Bajo las sombras de los Himalayas y del  eterno fluir del sagrado Ganges, hace 2500 años, mutatis mutandis, estaba el reino de los Sakyas. Dice la tradición, que caminando por un bosque la  mujer del príncipe Sudodana, la hermosa Mâya Dêvi, dio a luz a su hijo en Lumbini. Los árboles del bosque formaron una bóveda para resguardar a madre e hijo. Este fue el príncipe Siddharta. El príncipe con los años abandonó su placentera vida palaciega y se retiró al bosque de Uruvilva con los ascetas. Después de doce años con muchas prácticas duras de yoga y áscesis,  cerca de Bodhagaya, bajo un árbol (el árbol de la Boddhi, - de nuevo aquí el árbol bo- la higuera sagrada védica), se sentó en posición de loto sobre su cojín de meditación y mediante la  concentración en la respiración, después de ocho días de intensa y profunda meditación, al amanecer bajo la luna llena de Tauro y de la estrella matutina, “despertó” como el Buddha Sakyamuni, investido con la sabiduría que le hizo comprender el encadenamiento sin fin de la vida y de la muerte.  Predicó la “Ley” (Dharma), formó por igual a hombres y mujeres—monjes y laicos—y al morir en Kusinagara lo hizo entre dos árboles. Esta es una muy breve pasada por la vida de uno de los  grandes hombres “inspirados”, el más sabio legislador de la Humanidad. “Der herrliche Buddha”, “den grossen, liebevollen Buddha” [7] fueron algunos de los epítetos que le propinó, nuestro querido y admirado maestro de Bayreuth, Richard Wagner. Más que curioso es que  en los grandes acontecimientos de su vida -nacimiento físico, nacimiento espiritual  y paso al Otro Mundo-  esté presente el árbol como símbolo y haya sido protector, inspirador, cobijo y auspicio de la sabiduría y del conocimiento en tan insigne hombre. En los albores de la tradición buddhista, el árbol y el cojín de meditación fueron símbolos de la práctica de esta doctrina del Despertar. El símil del árbol con la postura de loto (o medio loto) es significativa, pues en dhyana  (meditación sentada) el maestro insta al practicante de esta Noble Doctrina del Despertar, a hundir sus rodillas como si fuesen raíces y a erguir su cuerpo y cabeza como si fuesen un tronco. Al fin y al cabo, toda persona entregada a una práctica espiritual, es como si fuese un árbol en perpetuo crecimiento y constante poda... hay que podar ramas para crecer robustamente y dar las mejores hojas y frutos.   Este árbol, el bo, es sagrado para los budistas de Sri Lanka y del Sudeste asiático, así como para los hinduistas en la India.[8] La higuera sagrada también está presente dentro de nuestro mundo indoeuropeo en Occidente, en este caso en concreto con Roma, como veremos más adelante.Más que curioso es que la representación artística del “Árbol de la Vida” indo-budista, tenga enormes similitudes y semejanzas con el arte céltico medieval irlandés, tal y como destaca el conocido historiador George Bain.[9] -¿Será que el inconsciente colectivo indoeuropeo existe, cuando está tan en boga negarlo? -  El Árbol de la Vida céltico, según interpreta este estudioso del tema, simbolizaría por un lado las siete criaturas creadas del mundo céltico (plantas, insectos, peces, reptiles, pájaros, animales y humanos) y por otro las siete facultades dadas por Dios al hombre (vista, olfato, gusto, oído, tacto, bien y mal). También comprendería a las siete esencias tradicionales: abeto, abedul, haya, olmo, manzano, castaño y roble.[10] La evolución de este árbol simbólico iría desde las piedras paganas pictas de Escocia, hasta  representaciones en las iglesias medievales  británicas y  también representado en el famoso Libro de Kells.  Entre los celtas el árbol también tiene su fundamental importancia. La casta sacerdotal de los druidas, habitantes como los yoguis indo-arios de los bosques, conocían los secretos de la Naturaleza gracias a plantas y árboles. De hecho, la propia etimología de druida tiene relación entre árbol y conocimiento. Dru-wid-es. El prefijo Derw en galés, dervo en galo, daur en gaélico,  druid en irlandés, significan roble. Wid tiene el significado de visión, de sabio y está emparentado dentro del tronco indoeuropeo con el latín Videre , el gótico Witan, el alemán Wissen y el sánscrito Veda y Vidya . Todas estas etimologías significan lo mismo: visión, que aporta conocimiento, ciencia y sabiduría. “...existe una relación muy sutil entre el druida y el árbol. En todas las lenguas célticas, las palabras que hacen referencia a la ciencia y las palabras que hacen referencia al bosque provienen de la misma raíz indoeuropea: así, el galo vidu –bosque- cuyos derivados son coed  en galés y koad en bretón-armoricano está estrechamente ligado a la raiz que ha dado el videre latino y el ideen griego y, por consiguiente, al nombre mismo de los druidas, druwides. Y no es un azar, dado que tal ambigüedad vuelve a aparecer en otras lenguas indoeuropeas, especialmente en el alemán antiguo a propósito de Wotan –Odhin. Los germanistas ven en este nombre la raíz  wut, que significa “furor sagrado”, o sea, “ciencia total”, cosa conforme con el carácter atribuido al Odín de las sagas nórdicas, el cual se convierte en tuerto y permanece colgado de los pies a una rama de árbol para adquirir el don de la doble visión. Además la raíz germánica wut presenta una extraña analogía con la palabra inglesa wood, -bosque-.”[11] Así pues conociendo la profunda etimología de druida, no es de extrañar que dentro de esta “Gnosis” céltica, la observación de los árboles  y del bosque que les procuraban alimento, útiles para la caza, calor, en definitiva, mejoras para la vida material, al mismo tiempo les sirviese como lugar de encuentro con otros seres mitológicos (hadas, xacias, trolls, duendes, elfos ...) y por supuesto de retiro y encuentro con uno mismo, como ser inteligente, eficaz y atento en la acción y en la contemplación, de procurar esa visión y reencuentro del Hombre Primordial.Dentro de las tradiciones de nuestra Europa, hay muchos árboles que son guarida y madriguera de hadas, gnomos, etc. Y los árboles preferidos por las hadas son el endrino, el avellano, el saúco, el roble… “estos árboles se ven frecuentados por criaturas elementales y extrañas, sobre todo si están entrelazados; dos espinos y un saúco forman una combinación singularmente peligrosa. Igualmente ocurre con el roble, el fresno y el espino. Aunque parezca extraño, no obstante, una ramita de cada uno atadas con hilo rojo es un hechizo protector contra los espíritus maléficos y hostiles. Sin embargo, en general, hay que precaverse de los árboles de las hadas porque están ferozmente protegidos. Como ocurre con las cosas feéricas, se han de recibir los beneficios con precaución”[12]Dentro de la tradición céltica, hay un mito engarzado en  un poema atribuido al bardo Taliesin: El Combate de los Árboles (Cad Goddeu), según el cual un tal Gwyddyon salva a los bretones  de una catástrofe convirtiéndolos en árboles para así poder combatir a sus enemigos. Esta transformación también se repite en el relato irlandés de La batalla de Mag Tured, así como en el relato de la muerte del héroe CuChulainn. ”Los árboles que andan y combaten, ¿no son la representación simbólica, imaginaria, de la utilización de la energía vegetal?”[13] Continua  J.Markale al respecto de la etimología del Gwyddyon galés: “...uno de los poemas del Edda  escandinavo nos describe a Odín colgado de un árbol (ritual chamánico que volvemos a encontrar en la Irlanda pagana) y liberándose por la fuerza de las runas que suscita. Wotan-Odín es el dios del Saber, el dios mago por excelencia, que no deja de hacernos pensar en Gwyddyon, hijo de la diosa Dôn, héroe de la cuarta rama del Mabinogi galés. Ahora bien, el nombre de Gwyddyon, si remite a una raíz  gwid que significa “ciencia” (bretón-armoricano gwiziek,”sabio”), puede también provenir de la raíz del vidu galo, en el sentido de árbol (convertido en coit en galés-medio antes de adoptar la forma coed) Si Odín-Wotan y Gwyddyon están ligados a la vez a la idea de ciencia y árbol, siendo como son verdaderos dioses-druidas, no es inverosímil suponer que el nombre de los druidas pueda tener esa misma ambivalencia. Las relaciones entre la ciencia, sobre todo la ciencia religiosa o mágica, y los árboles, no tienen nada que pueda extrañarnos. El mito fundamental del Árbol del Conocimiento impregna las tradiciones de todos los pueblos. Y si los druidas son los muy sabios, son también los “hombres del Árbol”, los que ofician y enseñan en los claros sagrados, en medio de los bosques”.[14] Es sabido que los celtas no utilizaron la escritura, para preservar su Tradición y su Saber, pero según  el mito, el dios Ogmios (u Ogmé) ser bien dotado para las palabras y para la poesía inventó el ogham para demostrar su ingenio y así sus palabras fuesen entendidas por los que deben de “comprender”, alejando así sus palabras de los rústicos. Así pues fue legado el alfabeto Ogham, para “memorizar” y para inscribir en las piedras hitas. Cada trazo tiene una correspondencia con una letra (sonido, el poder de la palabra) y con un árbol. “La primera vez que se utilizó el ogham fue para enviar una advertencia a Lugh, hijo de Ethliu, diciendo: “Te quitarán a tu mujer, y se la llevarán al país de las hadas, o a otro país, si no la guarda el abedul. Además, por eso la primera letra del ogham, la b de beith (abedul) es la primera de todas, porque el ogham se escribió por primera vez sobre abedul” [15]Según el antiguo Calendario céltico de Coligny[16], el año está dividido por trece meses. Y cada mes tiene su correspondencia con un árbol  y trazo oghámico y por consiguiente el año empieza por el abedul. Estas son sus correspondencias: Los santuarios célticos estaban por lo general en medio de los bosques, en el nemeton (claro del bosque, lugar de intercambio sagrado, centro del mundo) y por lo que se sabe, anualmente los druidas se reunían en el bosque de los carnutos. “No es gratuito que el nemeton se halle en plena naturaleza, con frecuencia en  medio de una selva. La relación del druida con el bosque es evidente: el nombre de los druidas (dru-wides) y el del bosque (vidu) están relacionados. El conocimiento y el bosque se ponen simbólicamente en paralelo. Pero quizá sólo simbólicamente: el hecho de escribir, o más bien grabar, encantamientos rituales sobre trozos de madera hace pasar el símbolo al terreno práctico. El tejo, el avellano, el serbal y el roble son árboles druídicos, utilizados por los druidas. El tejo, cuyos frutos son venenosos, recibe particulares honores. Los druidas y los fili de Irlanda graban sus hechizos sobre una ramita de tejo... Para las operaciones mágicas, los druidas y los fili se sirven de madera de avellano y de serbal. El roble, “representación visible de la divinidad”, según Máximo de Tiro(Disertaciones, VIII, 8) que atribuye esa creencia a los celtas, es en cualquier caso símbolo de ciencia y de poder, y es el soporte del muérdago. En cuanto al manzano, es más que nunca el “árbol de la ciencia del bien y del mal”: es el árbol de la isla de Avallon o de Emain Ablach, y la manzana es el fruto de inmortalidad, de conocimiento y de sabiduría” [17]Diversos topónimos  europeos  recogen  la palabra nemeton: así pues en Francia, el topónimo Nanterre viene del céltico Nemetodunum; en Inglaterra tenemos Vernemeton; en Escocia otro ejemplo es Medionemeton y en Galiza Nemetobriga. Queda claro que el santuario céltico por excelencia es el nemeton, ese centro, que también tiene un árbol en el centro de esa claridad sagrada y celeste, como símbolo de Axis Mundi (Eje del Mundo) que por  lo general está situado en el medio del bosque, aunque no necesariamente, pues también puede estar el nemeton situado en la cumbre de una montaña o bien en una isla, como el caso del Monte Saint-Michel, entre Normandía y Bretaña. Aquí en la península celtibérica, también tenemos nemeton. Veamos a continuación algunos casos al respecto de la pervivencia de cultos relacionados con el árbol: “... donde se retiró San Millán a meditar... en la linde septentrional de la Celtiberia (en Manjarrés, La Rioja) se siguieron practicando durante largo tiempo cultos y rituales mágicos en un prado situado al sudeste del pueblo –un auténtico nemeton  por estar rodeado completamente de enormes robles-, lo que vino provocando la condena sistemática de los párrocos del lugar. De otro lado, en diversas localidades de los alrededores de Nájera existía la costumbre de situar imágenes de la virgen en oquedades de los troncos de los árboles, lo que denota una forma clara de cristianización de cultos mucho más antiguos. La virgen del Monasterio de Valvanera (localizado en un monte) apareció, según la tradición, en un tronco de árbol, siendo encontrada por unos pastorcillos. También en la Rioja, el monte Toloño (Tulonius) –que fue objeto sagrado en la Antigüedad- albergó un monasterio dedicado a Santa María de Toloño y una ermita a Santiago, como puso de manifiesto Mª Lourdes Albertos; muchos otros ejemplos, en este sentido, pueden ser rastreados en obras como la del padre Faci, en numerosas tradiciones orales, etc.”[18] Y desde la Rioja hasta la antigua Gallaecia, igualmente podemos ver las objeciones y prohibiciones que los prelados cristianos hacían a la población pagana : “El canon LXXIII del II Concilio de Braga (572 d.C.) condenó taxativamente a los que cubrían con laurel –planta de carácter profiláctico- los tejados de sus casas  o, en su defecto, colocaban ramas de árboles; el canon LXXIV del mismo Concilio condenaba también la recogida de hierbas para encantamientos. Por su parte, el canon XI del XII Concilio de Toledo condena los ritos de los veneradores de piedras, fuentes y árboles y prohibe rigurosamente encender antorchas junto a ellos, prohibición también planteada por San Martín Dumiense (De castig. Rusticorum., XVI ) ; las mismas condenas son plasmadas en el canon II del XVI Concilio de Toledo. Todos estos sínodos aluden también a la magia y a la adivinación, así como San Martín Dumiense cuando dice: Divinationes et auguria et dies idolum observare, quid est nisi cultura diaboli?... et alia diaboli signa per avicellos et stornutos et per alia multa adtenditis. [19] Este prelado galaico San Martín, también conocido por San Martiño Pinario, es representado con un hacha en la mano, por haber cortado un pino sagrado que era objeto de culto y veneración para los antiguos priscilianistas galaicos.En Galiza, en la aldea de Sta. Mariña de Augas Santas, encontramos otro ejemplo de culto al árbol, junto con la piedra y el agua. En este lugar, el “espacio sagrado” donde se manifiesta la fuerza telúrica de la Tierra (Agua y Piedra), igualmente se repite el arquetipo de la confluencia de la Tierra con el Cielo (Árbol, en este caso roble). Este “espacio sagrado” posee una cripta cristiana, donde antes hubo un lugar de cremación céltico (“forno”, “pedra  formosa”).  Posiblemente  haya sido un lugar de iniciación en la Antigüedad. Intuyo esto en mi visita a este lugar y posteriormente lo confirmo leyendo la voluminosa obra de etnografía de don Vicente Risco.Se dice que la inmortalidad era lo que ofrecía el árbol de la isla de Avallon, según cuenta la leyenda.  Procurábase dicha inmortalidad a aquellos que eran audaces, que sabían cómo recoger dichas manzanas del color del oro e igualmente cómo comerlas. Justamente dentro de las tradiciones semitas, el comer del manzano es curiosamente lo antagónico dentro de las tradiciones indoeuropeas. Así pues para nosotros es punto de reencuentro entre lo visible y lo invisible, de la no-dualidad, mientras que a Adán y Eva esto  les aconteció y se les pasó por alto, y claro, ellos encontraron la fatal dualidad... ya conocemos el resto de la historia y esa falacia del “pecado original”.Los druidas elaboraban, según se cree, una infusión a base de muérdago. Recogían dicha planta en unas condiciones muy especiales con sus hoces de oro, vestidos de blanco en el sexto día lunar. El muérdago crece principalmente en el roble, y así a través de esta planta tomaban el “agua de roble”, tomando así la energía de dicho árbol, con fines terapéuticos o mágicos podríamos decir, puesto que este “agua de roble” sería la esencia de la divinidad.  Podríamos ir más allá según apunta J.Markale, este “agua de roble” sería una especie de comunión entre los druidas, entre la verdadera naturaleza de cada uno  y el Universo.La figura de Merlín, también  tiene relación con los árboles, pues además de ser conocido como excelente mago, vidente y profeta, aparte se le ha denominado como “El Loco del Bosque”, el Hombre Salvaje que vive en plena soledad del bosque, habitando al pie de un árbol y hablando con toda clase de animales. Este “loco” del bosque es aquel que ha recuperado su Memoria, es el Ser Primordial que entiende el lenguaje de los animales porque conoce su Verdadera Naturaleza. Merlín curiosamente es quien incita a los caballeros del rey Arturo ha emprender la búsqueda del Grial, pues él es, “quien conoce el secreto del nemeton”. Asevera J. Markale que “ todo ser humano es un druida en potencia y todo druida se nutre simbólicamente con la savia del roble, a saber, con el misterioso brebaje que se halla en el fondo de la copa que denominamos Grial... la sabiduría, es decir, el conocimiento; y la visión espiritual se adquiere en contacto con el árbol, en el bosque, en un trance sutil que sigue necesariamente un ritmo ternario bajo la mirada de un Merlín, el Loco del Bosque”[20] Dentro de la antigua tradición irlandesa, a los árboles se les clasificaba bajo diferentes categorías y la ley condenaba a multas y castigos según que clase de árbol se tratase, según se cortase o dañase:Árboles jefes: roble, avellano, acebo, manzano, fresno, tejo, abeto.Árboles campesinos: aliso, sauce, abedul, olmo, espino, álamo, morera.Arbustos: endrino, saúco, madreselva, cerezo silvestre, boj.Hierbas: aulaga, brezo, retama, mimbre, juncos.[21]   Dentro de la tradición galesa, el manzano es especialmente venerado y a los ojos de esta etnia, hoy en día, la destrucción de un pomar es considerado como un acto de sacrilegio. Ya se ha citado antes al tejo y  merece una especial atención dentro del mundo céltico. Hemos observado la importancia del roble, pero el tejo siempre ha sido un árbol venerado por su “magia” particular. Con ramas de tejo los antiguos celtas  peninsulares preparaban sus flechas y de todos es sabido hoy en día que este árbol es venenoso. Bajo su protección, los clanes se reunían para tomar decisiones en sus asambleas y esta vieja costumbre llega en forma de eco hasta nuestros días. En tierras galaicas, concretamente en las tierras bravas de las montañas del Courel y de Ancares, hasta el siglo pasado, los tejos (“teijos” en gallego) de cada aldea eran orgullo de sus paisanos, habiendo competiciones y “podas nocturnas” para ver que aldea era mejor “protegida” por la magia del “teijo”.  También en el norte de la península, esta vez en tierras cántabras, concretamente en el  espectacular y bellísimo desfiladero de la Hermida, a la entrada del valle de Liébana, está una de las iglesias más bellas que jamás he visto. Pues bien, en esta iglesia llena de triskeles y discos solares, Santa María de Lebeña, justo a su lado hay un tejo, que según cuentan los lugareños y su leyenda, tiene más de mil quinientos  años y que siempre fue el cobijo y lugar de asamblea de los vecinos.Dentro de la tradición céltica - y en general dentro del mundo indoeuropeo - son conocidos los árboles oraculares -(el árbol del nemeton; el fresno Yggdrasill, como veremos un poco más adelante)- árboles que ofrecen protección, vigor y salud. Todos estos árboles están ligados a una deidad concreta y según la fuerza de esa deidad, ese árbol dentro de un ritual chamánico era puente para conseguir aquello que el individuo precisaba. De estos árboles tenemos constancia en los cuatro condados de Irlanda, por ejemplo los robles de Ross, de Mugna, de Tortu y de Datha.  Otros son el Merlin´s Oak de Camarthen en Gales, el Murtenlinde de Fribourg en Suiza, el Brampton Oak en Cumbria . A continuación tenéis el poema medieval irlandés “Druim Suithe”, dedicado al ya citado roble de Ross, que destaca por esta especial sensibilidad céltica al famoso y oracular árbol del Leinster:  “Tree of Ross:A king´s wheel,A prince´s rigth,A wave´s noise,Best of criatures:A straigh, firm tree.A firm, strong god,Door of Heaven,Strength of a building,The good of a crew,A wood-pure man,Full-great bounty,The Trinity´s mighty one,A measure´s hours,A mother´s god,Mary´s Son,A fruitful sea,Beauty´s honour,A mind´s lord, Diadem of angels,Shout of the world,Banba´s renown,Might of Victory,Judgement of origin,Judicial doom,Faggot of sages,Noblest of trees,Glory of Leinster,Dearest of bushes,A bear´s defence,Vigour of life,Spell of knowledge,Tree of Ross.” [22]Ya hemos visto de pasada dentro del mundo céltico algunas referencias en torno al tema que estamos tratando con el mundo germano-nórdico. Ahora es su turno:El Irminsul para los germanos, el Yggdrasill para los nórdicos, tal como hemos visto anteriormente entre los pueblos célticos, es un símbolo  de Eje del Mundo, que dentro del recinto sagrado del nemeton, este Arbol cósmico (sin nombre para los celtas) es por donde el buscador del Conocimiento debe “introducirse” y tomar conciencia de su misión. Esto es lo que nos relatan  las Eddas, en el Hamaval (Discurso del Altísimo), lo que hace Odín para conseguir el secreto de las runas. Y de nuevo aquí, curiosamente, al igual que con la escritura oghámica, las runas germánicas (como fórmulas de poder de Conocimiento y de Adivinación), están intimamente relacionadas con el árbol.El fresno Yggdrasil, centro del mundo, es el lugar donde los dioses  tienen su tribunal. Así no lo relata la Edda: “Este fresno es el mayor y mejor de todos los árboles; sus ramas se extienden por todos los mundos y llegan más allá del cielo. Sujetan el árbol tres raíces que se extienden dilatadamente; uno llega donde los Ases, y otra donde los gigantes del hielo, donde en tiempos antiguos estuvo el Ginnungagap; y la tercera está sobre el Niflheim, y bajo esta raíz está Hvergelmir; Nídhögg mordisquea las raíces. Y bajo la raíz que va hacia los gigantes del hielo está la fuente de Mimir, y en ella están ocultas la sabiduría y el conocimiento; Mimir se llama el dueño de esa fuente y está lleno de ciencia porque bebe de la fuente en el Gjallarhorn. Allí fue Allförd (nombre de Odín) y pidió que le dejara beber de la fuente, pero no lo consiguió hasta que dejó su ojo en prenda”[23]  Y prosigue que junto a esta fuente “la tercera raíz del fresno está en el cielo y bajo esta raíz hay una fuente muy sagrada que se llama  fuente de Urd (del pasado); allí tienen los dioses su tribunal”.Otto Rahn lo interpreta así: “En la región más interior de la Madre Universal, bajo las raices del Árbol del mundo que también se llama Árbol de la Vida, se encuentra la Fuente de Urd. Aquí Odín sumergió su ojo de sol para obtener la última sabiduría. En la casa más profunda de la señora Hel descansa el enigma de todos los enigmas. A la vez que también su solución. El padre del Universo, Odín, susurró esta solución, contenida en una sola palabra secreta, al oido de Baldr, antes que se levantara encima de la leña de espinos para la muerte en la hoguera” [24]Las representaciones de este Arbol Cósmico, eje de la vida para los antiguos germanos ha tenido múltiples representaciones artísticas, siendo de destacar la existente en los Extersteine. Curiosamente dentro de la heráldica el Irminsul o Yggdrasil se ha perpetuado más estilizado dentro de la flor de Lys. Leamos a continuación la interpretación de una mujer -conocedora del mundo tradicional y sus símbolos-donde lo explica clara y concisamente: “La significación profunda del antiguo Irminsul, Eje del Mundo, no es, en el fondo, muy diferente del de la Cruz desligada de toda mitología cristiana, es decir de la historia del suplicio de Jesús, considerado como un hecho en el tiempo. La punta del venerable símbolo germánico señala a la Estrella Polar, que representa el Uno o principio supremo, y sus ramas curvadas sostienen el círculo del Zodíaco, símbolo del Ciclo de la manifestación, moviéndose alrededor de su centro inmóvil. En algunas muy antiguas iglesias alemanas, existen “crucifixiones” en las cuales la cruz tiene los brazos curvos del Irminsul “pagano” –sugiriendo la fusión de las dos religiones en su simbolismo más elevado y más universal. Por otra parte –según el profesor von Moth, de Detmold- la Flor de Lys, ligada, como se sabe,  a la idea de poder real o imperial, sería, en cuanto a su forma, una réplica estilizada del Irminsul, o “Pilar del Todo”, que tiene como ella una significación polar y axial. En efecto, todo poder legítimo viene de lo Alto.”[25]       Los vikingos en Irlanda, “reutilizaron”  los nemeton, estos “espacios  sagrados” célticos. Y así pues tenemos constancia que en el siglo XI, el rey irlandés Brian Boru, ordenó la destrucción de un nemeton cercano a Dublín, dedicado al dios Thor, tarea que les llevó un mes.[26] En nuestros días, algunos pocos  trovadores y poetas con conciencia del legado de los ancestros y de su herencia  siguen cantando a nuestra Tradición -simbolizada en la noble figura del roble- y denunciando la pérdida de la Memoria indoeuropea por causa de la invasión de esas ideas alóctonas de las “religiones del Libro”, simbolizadas en este caso por la zarza mosaica y el espino cristiano. He aquí un pequeño ejemplo:“Nuestros reyes murieron, o fueron asesinados por la vieja tradición en el vado.

Nuestros bardos perecieron, expulsados de los salones

De los nobles con la zarza y el espino.Nosotros fuimos en las leyendas criados,Calentando nuestras manos en el rojo pasado.Los grandes ante nuestra suelta rabia se espantaron,Adheridos obstinadamente a nuestro orgulloso árbol”[27]Ahora es el turno de las tradiciones griegas y romanas. Dentro de la leyenda del nacimiento de Roma, el árbol también tiene su importancia, puesto que bajo la higuera Ruminal, se refugian los gemelos Rómulo y Remo antes de ser amamantados por la loba. “...en la antigua lengua latina ruminus,  referido a Júpiter, designaba su atributo de “aquel que alimenta”- al símbolo general del Arbol de la Vida y de la alimentación sobrenatural que el mismo da.”[28]  Y esta analogía de la higuera como árbol portador de Conocimiento la hemos visto anteriormente entre las páginas del Bhagavad—Gitâ.Dentro de la tradición romana - a semejanza de sus “enemigos” los celtas- cada árbol  tenía su función y su propio simbolismo y significado. Así pues dentro de “La Eneida” del poeta Virgilio, podemos rastrear algunos datos más que curiosos:Las coronas de ramas fúnebres, las guirnaldas que se colocaban a los muertos en la pira funeraria, eran de ciprés[29]. De ahí que hasta el día de hoy, el ciprés sea el árbol que por su perfecta verticalidad, tocando el cielo, acompañe a los muertos en los campos santos.El laurel, es quizás dentro de Grecia y Roma, el árbol más venerado y sagrado por excelencia. Sus ramas estaban dedicadas a Apolo, y era costumbre dentro de las familias patricias el tener un laurel en el patio interior de sus moradas [30]. Con el laurel se ofrecían libaciones y se preparaban coronas para adornar la cabeza de los héroes y atletas.  A todos nos viene ahora a la mente la bella imagen del Cesar coronado con laurel o la del atleta olímpico. Otras plantas  consagradas a Apolo eran el mirto y la palmera.El olivo, árbol mediterráneo por excelencia, estaba consagrado a Palas Atenea—Minerva, la diosa del Conocimiento. Las ramas de olivo eran empleadas en la antigüedad grecorromana como símbolo de Paz [31]. Esto se debe a la leyenda de la fundación de Atenas, ciudad de la que fue protectora la hija favorita de nuestro Padre Todopoderoso. Poseidón y Atenea  se disputaban la posesión de Atica. Aquél que ofreciese  los mejores regalos a la ciudad, pasaría a convertirse en su dueño y protector. Poseidón sobre la cima del Acrópolis golpeó una roca y de ella surgió el primer caballo. Otros dicen que se produjo un manantial de sal. Pero cuando le llegó el turno a Atenea, ésta   golpeó en el suelo su lanza y ofreció un olivo en símbolo de Paz. Los dioses, jueces y humanos aceptaron el regalo de Atenea y en muestra de gratitud, le llamaron a la ciudad Atenas, cuna de las artes y del intelecto.La rama del olivo feliz junto con  el rocío servían para purificar a los héroes.[32]  Del olivo se extrae el aceite, que en la Antigüedad servía –entre otras aplicaciones y usos- para dar luz en la noche y ese poder iluminador, esa naturaleza ígnea no es sino la luz de Dios Creador.[33]Un dios menor, Fauno (Luperco o Pan), habitante de los bosques  junto con ninfas –por ejemplo la ninfa de Roma Egeria, diosa de las fuentes y relacionada con el culto de Diana de los bosques en Nemi, Aricia- tenía consagrado el acebuche, “ ...de amargas hojas, consagrado a Fauno, árbol desde tiempo inmemorial venerable para los marineros, donde salvados de las olas solían clavar ofrendas y colgar sus ropas prometidas al dios laurente”[34] El dios Fauno, tenía unas fiestas en su honor llamadas Lupercales, donde su oráculo era digno de consideración y también donde el mítico lobo tenía su parte de protagonismo.   Al Padre Todopoderoso, a Zeus-Júpiter, estaban consagrados muchos bosques donde poder encontrar la rama dorada. El roble profético de Dodona consagrado a Zeus era para los griegos especialmente considerado. ”Desde el Septentrión hasta el Índico, el roble era el árbol sagrado. Siempre estuvo relacionado estrechamente a todos los mitos y cultos próximos a la naturaleza. Sobretodo era venerado en Dodona, en el norte de Grecia. Del susurro de sus hojas y del murmullo de la fuente santa que brotaba a sus pies se deducía o colegiaba la voluntad de Dios.”[35]Dentro de los trabajos iniciáticos de Hércules, concretamente dentro de su undécima labor, consistía en traer de las Hespérides las manzanas de oro. Y en el viaje iniciático de los Argonautas, quince jefes partieron en busca del Toisón de Oro –Jasón, Hércules, Orfeo, Castor y Pólux, entre los más conocidos- debían encontrar dicho vellocino sobre un roble sagrado. En  el mascaron de proa de su nave Argos había una rama del roble de Dodona. Encontraron el Toisón de Oro y pasaron a ser semidioses, inmortalizándose en las estrellas. Estos son bellos pasajes para descubrirlos... el simbolismo mineral –oro- y vegetal  -manzana, rama- son representaciones del fruto del “Arbol de la Vida”, algo a lo que ya se ha ido aludiendo constantemente dentro de este artículo. Respecto al oro, hay que tener en cuenta su significado alquímico, no de riqueza material, sino espiritual, como “portador de luz y conocimiento”  El significado del cetro como símbolo de poder regio, también está relacionado con la “verticalidad” del árbol y se nos revela en la obra de Virgilio: “Como este cetro (pues casualmente llevaba el cetro en la mano derecha) jamás echará ramas de ligera fronda ni sombras, desde el punto y hora  que cortado de la mismísima raíz en las selvas está privado de madre, y ha perdido las hojas y las ramas con el acero, ahora las manos del orfebre lo han engastado en el bronce decorativo, y lo han dado a los padres latinos para que lo lleven”[36]   Los antiguos romanos se lamentaban del exceso de urbanismo, algo que  acabaría rompiendo con el entorno natural que los rodeaba, el contacto con el bosque... y es que el bosque es de gran importancia dentro de la tradición romana. ¿Qué pensarían si viesen estas feas y deformes ciudades “verticales” tan en boga en estos tiempos que se asemejan a nichos de cementerio, frente a lo natural que son las urbes “horizontales”, donde construcción y naturaleza conviven armónicamente, donde hogar y  entorno invitan  a integración entre Ser creado y Creación? Dentro de las tradiciones europeas, existe la costumbre en tierras galesas, germanas, galaicas, andaluzas, irlandesas...  de la celebración del retorno de la primavera, que se reflejan en el folklore con los Polos de Mayo en Alemania, Os Maios en Galiza o las Cruces de Mayo en Andalucía. El retorno de la luz es celebrado en diversas partes de nuestra gran Europa, la nostalgia del retorno de la Vida y del Sol, de su poder fertilizador y fecundo sigue siendo un recuerdo vivido y palpable de ese Árbol de la Vida- Eje Cielo y Tierra, que alimenta a todos los seres y que les invita a gozar.El bosque en la Edad Media en Europa  se convirtió en refugio y lugar de introspección para los eremitas cristianos, y en la literatura como lugar de encuentro para los amantes, como Tristán e Iseo, Ginebra y Lanzarote. Las leyes de Amor Cortés igualmente las encontró Tristán sobre la rama dorada de un roble.   El propio San Bernardo dijo que “los bosques te enseñarán más que los libros. Los árboles y las rocas te enseñarán cosas que no aprenderás de los maestros de la ciencia”  Y así fue, a lo largo y ancho de Europa, los eremitas habitaron los bosques, alejándose de los hombres para así en soledad -en el silencio del murmullo del bosque- encontrar a Dios.  
    
Para  concluir esta pequeña aportación a la comprensión del árbol y del bosque  –esa caja de sorpresas que es el bosque animado-   como símbolos de nuestra memoria indoeuropea, no podemos concluir sin citar a lo que ha sido relegado el legado de los ancestros y sus mitos, encerrados entre los  árboles, en el bosque - lugar de iniciación de Sigfried y de Artur- donde  hadas, elfos, gnomos, xacias, cuelebres, ogros, enanos, trasgos, trolls... esos seres que pertenecen al mundo de los elementos. Ese mundo feérico que todavía sabe  donde está el nemeton, donde está el bosque de Broceliande, pero que solo el humano tiene misión de descubrir para descubrirse, ya que “ Hay una palabra que resume todo este mundo fantástico de los pueblos del Norte. Basta pronunciarla con los ojos cerrados para ver, con la mirada interior, todos esos encantamientos y esas razas de espíritus invisibles, con su dulce poesía de novela de caballeros o de cuento infantil, con su fresco colorido de gótico tapiz, para escuchar historias de ensueño con música de juglares, con notas de viola y de zanfona, como las que tocan los ángeles en las catedrales. Esta palabra es Broceliande... Broceliande es una selva primitiva, un bosque, una floresta nórdica que un tiempo ocupó gran parte de la Armórica, una floresta encantada... Broceliande es el paralelo nórdico y occidental de la India de Alejandro y de Aristóteles, de la India, patria de lo increíble, del milagro natural y de la magia, donde la noche de los tiempos emerge con todas sus seductoras y tremendas apariciones... La India es Broceliande en el Oriente y en el Sur, Broceliande es la India en el Oeste y en el Norte. En Broceliande y en la India colocaron los hombres de espíritu lo que no podían poner en otra parte... Broceliande es el refugio, el lugar a donde fueron obligados a replegarse, donde fueron arrinconados los espíritus de la mitología céltica y de la mitología germánica, el lugar donde sobreviven los seres del mito y de la leyenda”
·[37]    
Federico Traspedra
Maio 2002    CXIII            


[1] “El  árbol”, artículo de Vicente Risco, en “Obras Completas”, vol.5, pág. 185, Ed.Galaxia, Vigo 1994.
[2] Artículo de la revista “Próximo Milenio” nº47 (mayo 1997) “Porque el Bosque es el Todo” de José Javier Esparza

[3] Artículo de la revista “Identidad y Diversidad” nº5 (Samhain1998)  “El Árbol en la Cultura Europea” de Juan Carlos Arroyo González

[4] “Celtic Sacred Landscapes” de Nigel Pennick. Ed. Thames &Hudson. New York 1996. Pág.24
[5] René Guènon tiene varios escritos dedicados al estudio simbólico del árbol  desde una perspectiva metafísica a lo largo de diversas tradiciones como la cristiana (Árbol de la Ciencia del bien y del mal), hindú (Vanàspati), avéstica (Haoma), hebrea (Zarza ardiente y el cabalístico Zohar, el árbol sefirótico)... que se pueden consultar en:El simbolismo de la Cruz”, capítulo IX “El Arbol del medio” y capítulo XXV “El Arbol y la Serpiente”, así como en Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada”, cap. LI “El Arbol del Mundo”, cap.LII “El Arbol y el Vajra” y cap.LIII “El Arbol de Vida y la Inmortalidad”. Igualmente dentro del libro de Julius Evola “A Tradiçao Hermêtica”, en su introducción, “A Árvore, a Serpente e os Titâs”, se nos ofrece un breve pero profundo estudio sobre el tema.
[6] “Bhagavad-Gîta”(La Canción del Señor). Ed. Edhasa. Introducción, notas y traducción de Francisco Rodríguez Adrados. Barcelona, 1988.  
[7] “el Buddha magnífico”, “el gran Buddha, lleno de amor”. Extraído del artículo  “Parsifal y la Vía del Buddha” de Antonio Medrano, en la revista “Cielo y Tierra” nº9, Arbor Mundi/Integral Ediciones Otoño1984.
[8] Dentro del rico mundo espiritual hindú, cada árbol tiene una función simbólica que está ahí para que el ser humano pueda comprender todo  aquello que le rodea. Para profundizar sobre este tema, ver, “El Árbol de la Vida”, de autores varios, en la Ed. Kairós, Barcelona, 2002.
[9] Ver el capítulo “The Celtic  Tree of Life” de su libro “Celtic Art. The Methods of Construction”, George Bain, Ed. Constable London, Londres 1995.
[10]Revista de la Eglise Druidique des Gaules  “Le Druidisme. Rites et Religion”, nº21, 1991, pág. 122.
[11] “Las Tres Espirales (Meditación sobre la espiritualidad céltica)” de Jean Markale. José J. Olañeta, Editor. 1997, Palma de Mallorca. Pág.78-79
[12]  “Hadas”  de Brian Froud y Alan Lee. Ed. Montena S.A. Madrid, 1983
[13]DRUIDAS (Tradiciones y dioses de los Celtas)de Jean Markale. Ed Taurus-Alfaguara, Madrid 1989, pág. 156
[14]DruidasOp. cit. Pág.25
[15] “La Tradición Celta” de  Caitlín Matthews. Edaf, Madrid 1992, pág.91
[16] Rites et Religion. L´Eglise Druidique des Gaules »  Op.cit.
[17]“Druidas  Op. cit. Pág.-151.
[18] Dioses, Etica y Ritos. Aproximaciones para una comprensión de la religiosidad entre los pueblos celtibéricos” de Gabriel Sopeña Genzor. Prensas Universitarias de Zaragoza. 1986. Pág. 58-59.
[19] Op. cit. Gabriel Sopeña, pág.59

[20]Tres Espirales”  Op. Cit. pág. 101.

[21] “La Tradición Celta” Op. Cit.  pág.90
[22] Op. cit. Nigel Pennick. Pág. 28.
[23] “Textos Mitológicos de las Eddas” de Snorri Sturluson. Miraguano Ediciones, Madrid 1987. Pág.29
[24] “La Corte de Lucifer. Un viaje a los buenos espíritus de Europa” de Otto Rahn. Ediciones Internacionales Rigal. Zaragoza 1993. pág.156
[25] “Memorias y Reflexiones de una mujer aria” de Savitri Dêvi. Colección EXCALIBUR. Vol.XVI. Primavera 1989.
[26] Op. cit. Nigel Pennick, pág 25.
[27] Fragmento del Poema “La historia de Gales”, de R.S.Thomas. Extraído de “Los grandes mitos celtas y su influencia en la literatura” de Ramón Sainero. Edicomunicación S.A. Barcelona, 1988. Pág. 210 
[28] “Rebelión contra el mundo moderno”  de Julius Evola. Ediciones Heracles, Buenos Aires 1994. Pág.339
[29] “La Eneida” de Virgilio. Círculo de Lectores, Barcelona 1981. Libro Cuarto, pág.148
[30] Op. cit. Libro Séptimo, pág. 231
[31] Op. cit. Libro Séptimo, pág.235
[32] Op. cit. Libro Sexto, pág.200
[33] “El Árbol del Mundo” de René Guènon. En Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada”. Ed.Eudeba, Buenos Aires 1988. Pág.334
[34] Op. cit. Libro Duodécimo, pág.415.
[35] “Cruzada contra o Graal” de Otto Rahn.  Hugin  Editores. Lisboa 2000. Pág.97 

[36] Op. cit. Libro Duodécimo, pág. 349

[37] “Mitología Cristiana” de Vicente Risco. “Obras Completas” Vol. 6. Ed. Galaxia. Vigo 194, pág. 381-382.